lunes, 28 de septiembre de 2015

“No soy digna de que entres en mi casa”...pero por favor entra Señor.

No puedo evitar la emoción cada vez que digo a mi Señor en misa esta frase porque es tan verdadera que hace remover los más profundos cimientos de mi corazón.


En verdad no soy digna de que Jesús entre en mi casa. Es verdad también que con solo una palabra suya tengo para ser curada. Sin embargo, cada vez que lo digo, me quedo mirándolo en el altar, en manos del sacerdote, en todo su esplendor, en toda su humildad y solo puedo decirle: “No soy digna Maestro de que entres en mi casa, pero por favor entra”

Entra…porque si no entras tú, me temo que llenare el espacio de tantas porquerías.

Entra…porque si no entras quedo a merced de mis enemigos y de mi misma.

Entra…porque es tu casa, tú me hiciste y solo tú sabes todo lo que me hace falta.

Entra…porque me temo que si el Santo Espíritu vive allí, Tú serás la mejor compañía.

Entra…porque estando Tú conmigo, voy a llegar a un buen puerto.

Entra…porque eres mi mejor amigo y a ti quiero contarte todas mis cosas.

Entra…porque necesito de tu guía, necesito tus palabras, necesito tu consuelo; también necesito tu corrección.

Entra…porque sin ti nada soy, nada hago, nada puedo.

Entra…porque donde tu entras todo se renueva.


¡Que alegría tan profunda me da saberme escuchada! ¿Cómo es que te haces tan chiquito en cada eucaristía?, ¿cómo es señor que puedo repetirte las palabras de aquel centurión a la entrada de Cafarnaúm?

El misterio de la Santa Misa tiene tantas bondades para nuestra alma que ni en un millón de libros se podrán escribir.

Te entrego mi casa Jesús, te entrego todo mi ser…por favor, pasa adelante, tienes mucho trabajo conmigo por hacer.

Una hija amada de Dios,
Nathalie Romero de Grau

lunes, 21 de septiembre de 2015

¡Me apunto en esa mesa Maestro!, Yo estoy enferma…pero quiero seguirte.

¡Me apunto en esa mesa Maestro!, Yo estoy enferma…pero quiero seguirte.

“No necesitan médico los sanos sino los enfermos”, una conmovedora frase de Jesús que nos recuerda el evangelio de hoy y que me hace levantar la mano: “Maestro sáname, líbrame de mi enfermedad, yo también quiero estar sentada en tu mesa, yo necesito de tu alimento, yo necesito ser curada.”


Evangelio: Mateo 9,9-13
"Sígueme. Él se levantó y lo siguió"

En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme." Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: "¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?" Jesús lo oyó y dijo: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores."

La misericordia, después del don de la vida, es el regalo más grande que recibimos de Dios. El tema con la misericordia es que muchas veces pretendemos obtener misericordia y no nos comprometemos a asumir actitudes diferentes en nuestra vida que es el fruto que Jesús quiere  darnos y con el que deberíamos agradecer al Padre esa redención que hace con nosotros.

Muchas veces nos escudamos en posturas cómodas de “siempre lo he hecho así”, “siempre lo han hecho así” y hasta… “es que eso es lo que aprendí en casa”. 
Llega un momento en nuestra vida en que la verdad irrumpe, en que el Maestro se hace presente y cuando eso pasa, cambia todo el horizonte. No hay espacio para medias tintas. Se es o no se es,  diría Shakespeare :  Ser o no ser, esa es la cuestión.




Cuando Cristo irrumpe nos mira con misericordia, nos recibe, nos “apapacha”, sin embargo no debemos perder de vista que lo que El quiere para nosotros es el cambio de corazón. Es que podamos transformar nuestra vida con su mensaje, que dejemos al Santo Espíritu actuar. Fíjense que le dijo a la mujer…”tu fe te ha curado, vete y NO PEQUES MAS”: ¿estas curada?, sí¿vine para los enfermos?, sí…pero “vete” y “no peques más”. No le dice que siga haciendo lo mismo que como quiera la sana; Jesús es muy claro en su mensaje.

Siempre he dicho que nuestro puesto es “tratar de hacer las cosas bien con la ayuda de Dios", que a Él es a quien le toca lo más grande que es nuestra santificación. Tenemos trabajo que hacer y no debemos perder tiempo. 
Cuando Jesús llegó a la vida de Zaqueo, no perdió tiempo…empezó a cambiar su corazón con acciones y hechos específicos. La vida del cristiano se demuestra con hechos no con “bla, bla, bla”….no nos van a preguntar si hablamos bonito cuando lleguemos al cielo. Tampoco vamos a convencer a nadie por hablar bonito pero sí vamos a convencer por vivir como Dios manda. Estamos llamados a colaborar haciendo el reino de Dios visible en nuestro mundo, comenzando por nuestros hogares, nuestro trabajo, nuestros ambientes.

Otro asunto con el que debemos tener sumo cuidado es juzgando a los demás. No nos convirtamos en "cónsules del infierno" dando visa de excomunión a los hermanos porque podemos caer en la tentación de ser excluyentes en nuestros juicios y el papel de juez SOLO lo tiene Dios. Es preferible hablar directo con el hermano si esta en pecado y pedir por esa situación al Señor que dictar sentencia y dar por perdida esa alma. Logramos una mayor santificación aceptando las faltas de los hermanos y viéndoles con misericordia que juzgándoles y haciéndoles mal ya sea moralmente, físicamente o espiritualmente. Es un camino empinado, no es fácil, sin embargo es lo mejor para nuestra alma. 
Al final, cuando nos encontremos cara a cara con la verdad plena, allí sera donde cada quien dará cuenta de sus actos: buenos, malos u omitidos. 
He aprendido que la rectitud de corazón y la prudencia son grandes amigos cuando se trata de juzgar las cosas a la luz del evangelio.

Termino con estos párrafos de Catholic.net que me parecen geniales:

San Mateo era un cobrador de impuestos, un pecador ante los ojos de todo el pueblo. Sólo Jesús fue capaz de ver más allá de sus pecados y vio a un hombre. Un hombre que podía hacer mucho por el Reino de los Cielos. Y le llamó con todo el amor y misericordia de su corazón para ser uno de sus apóstoles, de sus íntimos.

Todos hemos recibido la vocación a la vida cristiana. Dios nos ha creado para prestarle un servicio concreto, cada uno de nosotros. Tenemos una misión, como eslabones de una cadena. Decía el Cardenal Newman: "No me ha creado para nada. Haré bien el trabajo, seré un ángel de la paz, un predicador de la verdad en mi propio lugar si obedezco sus mandamientos. Por tanto confiaré en él quienquiera que yo sea, dondequiera que esté. Nunca me pueden desechar. Si estoy enfermo, mi enfermedad puede servirle. En la duda, mi duda puede servirle. Si estoy apenado, mi pena puede servirle. Él no hace nada en vano. ¡Él sabe lo que hace!"

Propósito
Pedirle a Dios que me ayude a eliminar todo lo que le ofende de mi comportamiento y por tanto, dar una respuesta como la de Mateo: pronta, sincera, total.

Diálogo con Cristo
Jesucristo, de nada sirve decir que estoy dispuesto a seguirte si no estoy dispuesto a servir y a entregarme a los demás. Gracias porque solo Tu eres capaz de ver más allá de sus pecados.