miércoles, 28 de junio de 2017

Nuestro matrimonio costó sangre

Hace un tiempo que esta frase me ha cruzado varias veces por la cabeza. Debo admitir que es un título “amarillista”, sin embargo y lejos de parecerse a ninguna de esas notas sensacionalistas que salen en los medios, esta no es una falacia sino que es verdad.

Por santa gracia de Dios, llevo más de 21 años de casada con mi esposo José de quien digo y afirmo es el hombre de los ojos más bellos. Llevo un gran agradecimiento en el corazón pero al mismo tiempo una gran sorpresa porque puedo testimoniar que somos muy distintos y sin embargo Dios nos hace uno.
 
¿Cómo es eso?, me pregunto. ¿Cómo es que pasa el tiempo y estamos juntos?...y la respuesta está en la santa cruz de nuestro Señor pues no somos nosotros los encargados de hacer que esta unión funcione sino el santo espíritu, su voluntad y su santa gracia.

Por supuesto, tenemos la responsabilidad de poner nuestro empeño, nuestro hacer. Debemos poner de nuestra parte (no 50-50 como dice la gente, sino 100 +100 + Cristo)  y mostrar interés por trabajar las diferencias que existen…pero Dios es quien hace todo. Él es quien produce la unidad, la comunión, la comprensión.

Al escribir el título “nuestro matrimonio costó sangre”, no me refiero a la nuestra, ni mi sangre ni la de mi esposo… ¡para nada!. Me refiero a la purísima sangre de nuestro Señor que sabía lo que había en nuestra naturaleza y murió por todos nosotros. Su sacrificio es el que da plenitud a nuestra existencia, sentido a nuestra entrega y donación mutua;  porque si nosotros, no conociéramos a Cristo, no nos sostuviéramos en Cristo, si no habríamos recibido el santo sacramento del matrimonio y  no nos alimentáramos de su pan y su palabra…no estuviésemos juntos.

Jesús conoce mis debilidades y conoce también las de mi esposo desde antes de nacer; por eso, el día de su crucifixión, rogó por nosotros en la cruz y dijo “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”… también conocía nuestras fortalezas y en su infinita bondad nos unió para lograr la salvación de uno y otro con su ayuda. En su tiempo terrenal también nos dijo: “he orado por ti para que tu fe no desfallezca”.

 
Toda la humanidad, de alguna manera, estuvo allí el día de la cruz. Estábamos unos a la derecha y otros a la izquierda no como María Magdalena, María o Juan…no,  todos somos como los ladrones, ninguno justo o santo. Santo solo El que es bondad infinita, pero nosotros…criaturas finitas con limitado conocimiento de la verdad que apenas podemos decir como aquel “buen ladrón”: “acuérdate de mí Señor” y arrepentirnos de nuestras muchas faltas. Algunos de nosotros decimos, “apiádate de mi Señor” y por eso apenas estamos vislumbrando el camino a casa; pero Jesús, en su infinita bondad nos mira con amor  a pesar de nuestras miserias y a uno que otro le dice que estará en su reino.

Solo por la sangre de nuestro Señor podemos nosotros decir esta mujer o este hombre es carne de mi carne. Somos uno, aunque alguno no lo merezca porque primero que nada, ni nosotros mismos merecemos la redención sino que se nos da por puro amor.

Solo por el agua del costado de Cristo podemos lavar nuestras faltas unos con otros y decir –“te perdono”, -“perdóname tu a mí” o simplemente a veces, ni siquiera decirlo, sino abrazarnos. Sin esa agua llena de consuelo, paz y vida no pudiéramos avanzar hacia un camino limpio y luminoso.

Solo porque tu aguantaste Señor los martillazos por nuestros pecados, nuestras malas respuestas, nuestra falta de caridad, nuestros gritos, incomodidades, nuestros egoísmos y el “tira y jala” de quien tiene razón …solo por esos martillazos en tus manos y pies podemos decir ayudados por ti… -“sigamos adelante que esto no termina aquí, queremos  ver el final junto a Cristo”.

Solo porque tú nos enseñaste a decir “¿Porque me has abandonado?” llenos de confianza, sabiendo que nuestro Padre te escuchaba y diciéndole  -“en tus manos encomiendo mi espíritu”, podemos nosotros gritar, llorar, reclamar, sentirnos frustrados, no comprender algunas cosas…sin embargo nunca renunciar sino decir confiados al final de cada prueba o mal rato… “en tus manos Padre del cielo nos encomendamos”.

Solo porque tú nos entregaste a nuestra Madre del cielo, en momentos de angustia, alegría, sosiego o tristeza contamos nosotros con nuestra santa Madre del cielo.

Bendita tu cruz maestro que nos redime, consuela y anima. Bendita tu sangre porque ya conocías que solos no íbamos a poder regresar a casa y nos colocaste “de dos en dos”, tal como lo indicas en tu santo evangelio, porque nuestra misión es precisamente caminar juntos a pesar de las diferencias, impulsando uno al otro a llegar más alto y hasta el cielo.

Gracias porque no es mi sangre sino la tuya, gracias porque no somos nosotros sino Tu quien marcas el camino. Gracias porque no te quedas en la cruz sino que resucitas, como resucitamos nosotros cada vez que te dejamos “hacer” en nuestras vidas.

Que sea tu sangre la que cubra nuestra casa, nuestras empresas, nuestras almas en todo momento. Con solo una gota de tu santísima sangre sobre nuestra familia podemos llegar a la plenitud para la cual nos hiciste  y así,  lentamente te revelas en el esposo, en la esposa. Lentamente te vislumbras en nuestro interior, en el interior de nuestr@ espo@. Tantas veces vamos al sagrario a verte y te tenemos justo al lado, porque ahí en nuestro esposo, en nuestra esposa, estas TÚ y ese es otro sagrario en quien debemos descubrirte cada día, aunque a veces “se esconda” tu presencia porque nos encargamos de “esconderte para el otro”…  pero siempre estás ahí.

No existe cristianismo sin cruz y esa es una realidad que a veces abruma, sin embargo, como diría Santa Teresa, es una “palma preciosa en la que el alma ha subido” y el “camino más seguro para el cielo”.

Mucho me temo que esta parte la debo explicar pues si bien somos mártires porque nos damos a los demás por amor a Cristo y en el matrimonio nos donamos a nuestra pareja, también debemos tener en nuestro interior la estima y dignidad de los hijos de Dios por quien el mismo hijo muere y se entrega. Así como su amor fue firme y su dignidad nunca se perdió, así la nuestra, por tu misma redención es respetada en el matrimonio porque Tu nos amaste primero y si nuestro padre “Abba” nos regaló la dignidad de hijos, debemos todos tratarnos como tales, comprendiéndonos unos a otros y procurando el bien a nuestra pareja.



Gracias por tu sangre maestro. Gracias por llenar nuestras tinajas de vino tantas veces. Gracias Madrecita por decirle a tu hijo al oído “no tienen vino” cada vez. Gracias por dar tu vida y enseñarnos a caminar juntos. Gracias por tu infinita misericordia.

Danos la gracia de poder conocerte más y amarte más para que verdaderamente seamos testigos tuyos cada día y los demás puedan decir como en aquellos días, “miren como se aman”.

Dios te bendiga.


 

lunes, 26 de junio de 2017

Dios permite nuestras adversidades para dos cosas


Jesús nos enseña que todos los hombres son llamados a la verdad, que todos pueden tener una segunda oportunidad, que no quiere que se pierda ni uno en este camino y nos pide que juzguemos primero nuestras faltas antes de ver las faltas de nuestros hermanos; porque solamente si somos capaces de reconocernos pecadores, entonces seremos capaces de comprender a los demás. Solo desde nuestras miserias podremos ayudar rectamente y con caridad. Mucho ganamos al tener a los demás por encima nuestro. Hoy es buen día para hacer propósito de ver lo bueno en los hermanos y no criticarles sus pocas faltas. Hoy es buen día para dejar que el Santo Espíritu more en nuestra carne dándonos conocimiento de nuestras faltas y agradeciendo la misericordia de Dios para con nosotros….que no es poca.
Amar es una tarea constante para el cristiano y es el sello distintivo. Amar es confiar, pese a cualquier circunstancia. Tener la certeza de que Dios está con nosotros, que no permitirá nada que no sea necesario para nuestra salvación o la salvación de otros.
Le decía a mi hija una vez que Dios permite nuestras adversidades para dos cosas:
Primero para que veamos que sin Dios no somos nada. Somos polvo, animales, pura carne llena de inseguridades, miedos, egoísmos, falsedad, mentiras, podredumbre.

Cuando el hombre está sin Dios es capaz de ser el ser más cruel sobre la tierra puesto que pierde su sentido y se pone en medio de su universo, se idolatra a sí mismo, se pierde en la mezquindad de sus propias miserias y finalmente se vuelve prisionero de los más bajos ideales, produciendo esto enfermedad del alma y muerte a la vida de Gracia; pero aun ahí y es más, en ese momento, es cuando más buscados somos por Dios, cuando nos hace ver su amor y si permitimos que ese rayo de luz penetre el corazón, desde ese momento de oscuridad surge la más bella experiencia y encuentro del amor de Dios; de eso se vale Dios para enamorar más al hombre, para llenarle de sus bendiciones para decirle que le ama y ese encuentro con Cristo vivo, con la persona misma del amor es lo que nos permite salir de la oscuridad y volver a la luz, a la santa paz.
 
Dice el Kempis:  “Los ojos pon en ti mismo, y guárdate de juzgar las obras ajenas. En juzgar a otros trabaja el hombre en vano, y yerra muchas veces, y peca fácilmente; mas juzgando y examinándose a sí, trabaja con fruto. Muchas veces juzgamos la cosa conforme a nuestro apetito, mas perdemos ligeramente el verdadero juicio por el amor propio. Si fuese Dios siempre el fin puramente de nuestro deseo, no tan presto nos turbaría la contradicción de nuestra sensualidad; mas muchas veces tenemos algo de dentro escondido, u de fuera ocurre, cuya afición nos lleva tras sí. Muchos buscan propio interés secretamente en las honras que hacen, y no lo entienden, y paréceles estar en buena paz cuando se hacen las cosas a su propósito; más si de otra manera suceden, presto se alteran y entristecen. Por la diversidad de los pareceres muchas veces se levantan discordias entre los amigos y vecinos, entre los religiosos y devotos. La vieja costumbre con dificultad se deja. Ninguno tacha de buena gana su propio parecer. Si en tu razón e industria te esfuerzas más que en la virtud de la sujeción de Cristo, tarde, y pocas veces tendrás lumbre; porque quiere Dios que nos sujetemos a ´el perfectamente, y que trascendamos toda razón, inflamados de su amor.”  

La segunda razón por la que Dios permite la adversidad es para poder consolar a los demás. ¿Cómo has de consolar a quien está pasando un momento de miseria si no puedes sufrir con él o con ella, si no conoces su situación?
Si te ha tocado alguna cosa similar puedes indicarle como lo superaste y ¿sabes?... en la infinita sabiduría de Dios Padre, así también El sana tus heridas,  si es que alguna ha quedado abierta y aun sin sanar; Solo quien ha sufrido enfermedad puede consolar un enfermo, solo cuando hemos pasado hambre podemos conocer lo que es la falta de alimento, solo cuando hemos pecado y sufrido por nuestras faltas y recibimos el amor de Dios, su perdón y misericordia somos capaces de ver lo bueno en los demás y lo pequeñas de sus faltas comparadas con las nuestras. Como dice una canción que me gusta mucho : ”Si no fuera por esas cosas como podría yo  mirar a Cristo en la cruz y desear ser como El, si no fuera por mis penas como iba a comprender al que sufre y desespera, anhelando amanecer?”
 
Continua Kempis más adelante: “Bueno es que algunas veces nos vengan cosas contrarias, porque muchas veces atraen al hombre al corazón, para que se conozca desterrado, y no ponga su esperanza en cosa del mundo. Bueno es que padezcamos a veces contradicciones, y que sientan de nosotros malamente, aunque hagamos buenas obras, y tengamos buena intención. Esto ayuda a la humildad, y nos defiende de la vanagloria.

Cuando el hombre bueno es atribulado o tentado, o afligido con malos pensamientos, entonces conoce tener de Dios mayor necesidad; pues ve claramente que al fin no puede nada bueno. Entonces de verdad se entristece, gime y llora por las miserias que padece. Entonces le enoja la larga vida, y desea hallar la muerte, por ser desatado, y estar con Cristo. Entonces conoce bien que no puede haber en el mundo perfecta seguridad, ni cumplida paz.”
Pidamos la santa gracia de ver con caridad las pocas faltas ajenas y proponernos trabajar las nuestras con perseverancia, Y si en algún momento nos toca ver algo verdaderamente feo dentro nuestro, sea nuestra santísima Madre Maria quien nos acompañe en tan necesario encuentro de miseria y corazón ya que ella con gran amor nos llevara de vuelta dentro de nuestras penas a los pies de su hijo quien nos dará alegría plena.

Dios te bendiga.

La Gente "Positiva"




¡Este mensaje me encanta!,
pero prefiero mil veces verlo a la luz de lo que nos dice la Palabra:
"La gente positiva"…bien…lo compro, no se puede andar amargado por el mundo; ahora…lo de levantarse, sacudirse y demás…si solo lo hacemos nosotros con nuestras propias fuerzas, llegara un momento en el que nos quedaremos en el piso.

Ahora, que bien se siente contar con un Padre en el cielo, que te ama, más que tu mism@, que bien se siente contar con un hermano mayor que se llama Jesus, que dio su vida por ti, que te levanta y te dice “dichosos los que lloran, porque serán consolados, dichosos los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos alcanzaran misericordia…un hermano que te ama, que dio su vida misma por ti. Que sale a buscarte si te extravías, que deja el redil por ti, cuida tus heridas, te carga sobre sus hombros y te lleva a lugares de verdes pastos a descansar…No amigos…la gente que tiene a Cristo en su corazón es siempre positiva, es siempre alegre y no depende de ella misma. Yo prefiero depender de mi Padre, que siempre me ha mostrado su providencia, sus caricias, su consuelo. ¡Ah!, y finalmente decir como Santa Teresa, “ ¡Tristeza y melancolía, fuera, no las quiero en la casa mía! Porque con la ayuda de Dios sonrío a la vida y si caigo puedo levantarme y decir ¡ahí voy de nuevo!

jueves, 8 de junio de 2017

Cansad@ de la Batalla

¡Estas cansad@ de hacer el bien!, ¡yo doy y no me dan!, …es que siempre es igual, me dirás…pongo empeño, amor y mira como me devuelven, no aprecian lo que hago – me dirás -, no valoran el esfuerzo… ¡pero es que no recibo nada! – continuarás reclamando…Si, Te veo, dice Jesus, “se que estas cansad@ y te digo vengan a mí los cansados, yo les aliviare. Sé que estas triste y lloras…bienaventura@ eres porque los que lloran serán consolados. Sé que llevas tiempo en esa lucha (ponle el nombre que quieras) y aun no ves el fin, pero yo te digo «Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman.».
Quienes ganan batallas con ayuda de Dios, están cansados, son los cansados. Los que echan el pleito, los que no se conforman con medias tintas, los que confían en el Señor, en su misericordia. Y ese cansancio será pasajero pues junto a Cristo no pesa la Cruz, el camino se hace más ligero, es El, no nosotros quien renueva nuestras fuerzas. Ven Espíritu Santo y dame las gracias para combatir eligiendo siempre el bien. Amén



Te dejo estas canciones que grabamos mi hija y yo. Animo y que Dios te bendiga

Se puede vivir en Gracia, se puede vivir en santidad.


"Yo siento Señor"

 
"Solo Dios"