jueves, 29 de septiembre de 2016

El discernimiento de espíritus


Los ángeles de Dios y el Santo Espíritu de Dios nos defienden de las asechanzas del mal espíritu. Distinguirlos es vital para poder elegir el  bien; a nuestro favor siempre tendremos la VOLUNTAD.
Aprovecho que el dia de hoy recordamos a los santos arcángeles de Dios San Miguel, San Gabriel y San Rafael para compartir este práctico conocimiento que escribio el P. Miguel Fuentes.
Quien como Dios!




El discernimiento de espíritus


P. Miguel Ángel Fuentes, V.E.


Indicaciones para discernir mociones concretas

Indicaciones para discernir las distintas mociones concretas (EE, 313)

Para discernir el origen de los impulsos, mociones y consolaciones que una persona percibe en su alma hay que atender al modo, la materia, las circunstancias, el desarrollo y los efectos de tales fenómenos


1) El modo

Primero hay que atender al modo como se producen; aunque esta norma no tiene valor absoluto es ya un importante indicativo. Así, por ejemplo (EE, 335):

–El buen espíritu: actúa suavemente, sin ruido, ni choque, sin estridencia, porque Dios entra en el alma en gracia como en casa propia. Es claro y fácilmente entendible.

–El mal espíritu actúa generalmente de modo estrepitoso, sensible y perceptible, como forastero en el alma en gracia.


2) La materia

En segundo lugar, hay que atender a lo que se propone. Cuando lo que se propone es algo malo no hay dificultad alguna en identificarlo como proveniente del mal espíritu. El problema es cuando lo que se propone es algo bueno: esto puede ser propuesto por el buen espíritu o por el malo para conseguir sus propios fines. El mal espíritu puede, perfectamente engañar incluso con razonamientos “teológicos”. Dice Gersón: el demonio a veces hace teología. Testimonio de esto son las tentaciones de Cristo en el desierto, para las cuales el diablo usa e interpreta de modo sofístico la Sagrada Escritura. Es necesario, por eso, hacerse cargo de su “teología” que si no empieza, al menos termina siendo contraria al verdadero sentido de la Revelación. ¿Qué observar para hacer un juicio?

–Cuando mueve a algo substancialmente menos bueno de lo que ya tenía determinado hacer el alma ante Dios, aunque sea bueno no viene del espíritu bueno.

–Si mueve a algo igualmente bueno o mejor y no perjudica los propósitos de vida ya tomados bajo la luz de Dios, sino que por el contrario los completa y eleva, entonces puede ser del espíritu bueno, si las circunstancias son buenas.


3) Las circunstancias

Hay que ver si lo que se propone es algo consonante con las obligaciones de estado de la persona, con las tendencias de la gracia tal como ya se han mostrado en la vida de esa persona, con la vocación que Dios le ha mostrado. Así, rara vez es de Dios:

–El impulso a cambiar un estado de vida ya elegido ante Dios.

–El impulso a realizar cosas extraordinarias y singulares o desproporcionadas al estado, edad, fuerzas, dotes y formación.

–El impulso a puestos u ocupaciones que traen riqueza, honores, poder, independencia.
Para estos casos habría que pedir una evidencia basada en la confluencia de signos no ya ordinarios sino extraordinarios. Indica, por eso, San Juan de la Cruz, que la resistencia a estos impulsos es agradable a Dios.


4) El desarrollo

En cuarto lugar, y especialmente para las consolaciones, hay que atender al desarrollo:


a) En las consolaciones con causa San Ignacio recomienda examinar todo el proceso de nuestros pensamientos (EE, 322-323):

–Los que vienen de Dios son buenos en su principio, su medio y su fin.

–Los que vienen del mal espíritu, en algún momento del proceso no son buenos: ya sea en su comienzo, en su medio o en su fin. San Ignacio advierte que es propio del demonio entrar con la “nuestra” para salir con “la suya”, es decir, sacar provecho incluso con cosas aparentemente buenas.


b) En las consolaciones sin causa hay que examinar el “segundo momento” de la consolación. Porque Dios puede tocar el alma y dejarla inflamada, pero en un segundo momento puede también mezclarse la influencia del mal espíritu, ya sea:

–Haciéndonos ver dificultades e inconvenientes en cumplir lo que Dios nos ha mostrado como voluntad suya en la consolación.

–O haciéndonos perder todo el fervor recibido inclinándonos a hablar y a manifestar a los demás, sin pudor espiritual, la gracia recibida.

–O bien poniéndonos respetos humanos de obrar en consonancia con las gracias recibidas durante la consolación (EE, 336).


5) Los efectos y los fines

Por último, hay que atender a los efectos, es decir, al estado espiritual que sigue a la determinación tomada. En general hay que decir que:

–A la obediencia al buen espíritu sigue serenidad y paz.

–Al prestar oído al mal espíritu sigue un estado interior de inquietud, oscuridad, turbación. Escribía Dom Columba Marmion a un dirigido: “En general debe considerar como obra del enemigo todo pensamiento que la agite, que arroje perplejidad en su espíritu, que disminuya la confianza o que le encoja el corazón”.

Todo esto puede resumirse con la comparación de los diversos espíritus o señales que indicaba De Guibert de modo esquemático:


A. Signos de uno y otro en el entendimiento


El Espíritu divino: 

Enseña cosas verdaderas
Enseña cosas útiles
Da luz y discreción
Da flexibilidad
Da pensamientos de humildad


El Espíritu diabólico:

Enseña falsedades
Enseña cosas inútiles, vanas, ligeras
Da oscuridad, indiscreción
Siembra obstinación
Da pensamientos de soberbia o vanidad


B. Signos de uno y otro en la voluntad


El Espíritu divino se caracteriza por:

Paz
Humildad
Firme confianza en Dios
Temor de sí mismo
Docilidad y obediencia
Rectitud, pureza de intención
Paciencia y deseo de cruz
Abnegación voluntaria
Sinceridad y sencillez
Libertad de espíritu
Deseo de imitar a Cristo
Caridad benigna y desinteresada


El espíritu diabólico se caracteriza por:

Inquietud, turbación
Soberbia 
Desesperación, desconfianza
Presunción
Desobediencia, dureza y fijación
Torcida intención
Impaciencia y quejas
Excitación de las pasiones
Ocultamiento y doblez
Apegos y esclavitud
Desafección hacia Cristo
Falso celo, amargo e impaciente


C. Señales que hacen dudar y poner en guardia: (son ordinariamente signos de mal espíritu o disposiciones naturales
que predisponen a la intervención del mal espíritu)

–Después de haber elegido un estado, querer pasar a otro.

–Tendencia a singularidades o cosas impropias de su estado.

–Afición a cosas extraordinarias o a grandes penitencias exteriores.

–Apego a las consolaciones sensibles.

–Estado perpetuo de consolación y deleite espiritual.

–Las lágrimas.

–Los deseos de visiones y revelaciones.

Indicaciones para discernir las distintas mociones concretas (EE, 313)

Para discernir el origen de los impulsos, mociones y consolaciones que una persona percibe en su alma hay que atender al modo, la materia, las circunstancias, el desarrollo y los efectos de tales fenómenos


1) El modo

Primero hay que atender al modo como se producen; aunque esta norma no tiene valor absoluto es ya un importante indicativo. Así, por ejemplo (EE, 335):

–El buen espíritu: actúa suavemente, sin ruido, ni choque, sin estridencia, porque Dios entra en el alma en gracia como en casa propia. Es claro y fácilmente entendible.

–El mal espíritu actúa generalmente de modo estrepitoso, sensible y perceptible, como forastero en el alma en gracia.


2) La materia

En segundo lugar, hay que atender a lo que se propone. Cuando lo que se propone es algo malo no hay dificultad alguna en identificarlo como proveniente del mal espíritu. El problema es cuando lo que se propone es algo bueno: esto puede ser propuesto por el buen espíritu o por el malo para conseguir sus propios fines. El mal espíritu puede, perfectamente engañar incluso con razonamientos “teológicos”. Dice Gersón: el demonio a veces hace teología. Testimonio de esto son las tentaciones de Cristo en el desierto, para las cuales el diablo usa e interpreta de modo sofístico la Sagrada Escritura. Es necesario, por eso, hacerse cargo de su “teología” que si no empieza, al menos termina siendo contraria al verdadero sentido de la Revelación. ¿Qué observar para hacer un juicio?

–Cuando mueve a algo substancialmente menos bueno de lo que ya tenía determinado hacer el alma ante Dios, aunque sea bueno no viene del espíritu bueno.

–Si mueve a algo igualmente bueno o mejor y no perjudica los propósitos de vida ya tomados bajo la luz de Dios, sino que por el contrario los completa y eleva, entonces puede ser del espíritu bueno, si las circunstancias son buenas.


3) Las circunstancias

Hay que ver si lo que se propone es algo consonante con las obligaciones de estado de la persona, con las tendencias de la gracia tal como ya se han mostrado en la vida de esa persona, con la vocación que Dios le ha mostrado. Así, rara vez es de Dios:

–El impulso a cambiar un estado de vida ya elegido ante Dios.

–El impulso a realizar cosas extraordinarias y singulares o desproporcionadas al estado, edad, fuerzas, dotes y formación.

–El impulso a puestos u ocupaciones que traen riqueza, honores, poder, independencia.
Para estos casos habría que pedir una evidencia basada en la confluencia de signos no ya ordinarios sino extraordinarios. Indica, por eso, San Juan de la Cruz, que la resistencia a estos impulsos es agradable a Dios.


4) El desarrollo

En cuarto lugar, y especialmente para las conso laciones, hay que atender al desarrollo:


a) En las consolaciones con causa San Ignacio recomienda examinar todo el proceso de nuestros pensamientos (EE, 322-323):

–Los que vienen de Dios son buenos en su principio, su medio y su fin.

–Los que vienen del mal espíritu, en algún momento del proceso no son buenos: ya sea en su comienzo, en su medio o en su fin. San Ignacio advierte que es propio del demonio entrar con la “nuestra” para salir con “la suya”, es decir, sacar provecho incluso con cosas aparentemente buenas.


b) En las consolaciones sin causa hay que examinar el “segundo momento” de la consolación. Porque Dios puede tocar el alma y dejarla inflamada, pero en un segundo momento puede también mezclarse la influencia del mal espíritu, ya sea:

–Haciéndonos ver dificultades e inconvenientes en cumplir lo que Dios nos ha mostrado como voluntad suya en la consolación.

–O haciéndonos perder todo el fervor re cibido inclinándonos a hablar y a manifestar a los demás, sin pudor espiritual, la gracia recibida.

–O bien poniéndonos respetos humanos de obrar en consonancia con las gracias recibidas durante la consolación (EE, 336).


5) Los efectos y los fines

Por último, hay que atender a los efectos, es decir, al estado espiritual que sigue a la determinación tomada. En general hay que decir que:

–A la obediencia al buen espíritu sigue serenidad y paz.

–Al prestar oído al mal espíritu sigue un estado interior de inquietud, oscuridad, turbación. Escribía Dom Columba Marmion a un dirigido: “En general debe considerar como obra del enemigo todo pensamiento que la agite, que arroje perplejidad en su espíritu, que disminuya la confianza o que le encoja el corazón”.

Todo esto puede resumirse con la comparación de los diversos espíritus o señales que indicaba De Guibert de modo esquemático:


A. Signos de uno y otro en el entendimiento


El Espíritu divino: 

Enseña cosas verdaderas
Enseña cosas útiles
Da luz y discreción
Da flexibilidad
Da pensamientos de humildad


El Espíritu diabólico:

Enseña falsedades
Enseña cosas inútiles, vanas, ligeras
Da oscuridad, indiscreción
Siembra obstinación
Da pensamientos de soberbia o vanidad


B. Signos de uno y otro en la voluntad


El Espíritu divino se caracteriza por:

Paz
Humildad
Firme confianza en Dios
Temor de sí mismo
Docilidad y obediencia
Rectitud, pureza de intención
Paciencia y deseo de cruz
Abnegación voluntaria
Sinceridad y sencillez
Libertad de espíritu
Deseo de imitar a Cristo
Caridad benigna y desinteresada


El espíritu diabólico se caracteriza por:

Inquietud, turbación
Soberbia 
Desesperación, desconfianza
Presunción
Desobediencia, dureza y fijación
Torcida intención
Impaciencia y quejas
Excitación de las pasiones
Ocultamiento y doblez
Apegos y esclavitud
Desafección hacia Cristo
Falso celo, amargo e impaciente


C. Señales que hacen dudar y poner en guardia: (son ordinariamente signos de mal espíritu o disposiciones naturales que predisponen a la intervención del mal espíritu)

–Después de haber elegido un estado, querer pasar a otro.

–Tendencia a singularidades o cosas impropias de su estado.

–Afición a cosas extraordinarias o a grandes penitencias exteriores.

–Apego a las consolaciones sensibles.

–Estado perpetuo de consolación y deleite espiritual.

–Las lágrimas.

–Los deseos de visiones y revelaciones.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Labor titánica: Descubrir la voluntad de Dios

Descubrir cuál es la voluntad de Dios en mi vida es labor titánica puesto que implica enfrentarme conmigo misma y desde ahí tengo problemas porque al ser limitada entran en juego mis egoísmos, preferencias y gustos; de ahí que nos diga San Pablo “no saben pedir como conviene” en la oración. Es lo mismo que decir “no sabemos discernir la voluntad de Dios, pedir y elegir bien”. Somos seres libres y sin embargo elegimos el cautiverio por voluntad propia: presos de nuestros miedos, de nuestras miserias, inseguridades; presos de nuestras carencias porque no las terminamos de entregar a Dios, presos de nuestros razonamientos…parcializados con nuestra propia naturaleza e inclinados a nuestra comodidad.


Feliz el alma que sabe elegir, con la ayuda de la gracia de Dios, lo mejor. Dice San Ignacio de Loyola que debemos elegir siempre lo que de mayor gloria a Dios; definitivamente solo confiando en los planes de Dios en mi vida podemos vivir alegres, “a pesar de” y en cualquier momento, porque quien confía y entrega su vida a Dios sabe que en todo momento es protegido y cuidado por El. Dios nos de la gracia de elegir siempre el bien y buscar con rectitud su santísima voluntad.


Es necesario tener una fidelidad real y al mismo tiempo ser realistas en un mundo en el que nadie es perfecto, comenzando por mí. No se trata de conocernos para ser perfectos, cuidado con esa falsa premisa. Se trata de conocernos para vaciarnos. Conocer nuestra limitación y nuestra iniquidad, primero para dejar que Dios me moldee, me pula y segundo para vaciarme y este quedarnos vacíos tiene dos vertientes: vaciarnos de todo lo que no es de Dios para que El llene nuestra vida y por otra parte vaciarnos como entrega generosa a los demás porque dentro de la pedagogía de Dios nosotros no aprendemos solos, sino en comunidad y lo he podido palpar en muchas cosas, hasta en las más simples…hasta en un “jabón” dentro de un cursillo. (Una historia hermosa de dos hermanitas que cayeron en un cuarto juntas y una de ellas tenia recursos pero la otra era más humilde de condición y de esa manera creativa junta Dios a sus hijos para mostrarles, porque de otra manera nunca se hubiese dado, la importancia de valorar las cosas y no dar por sentado nada de lo que tenemos. Siempre muestra su gracia sin egoísmos, El Señor es muy generoso. Lo hace unos con otros, pero a veces tardamos mucho en responder o en abandonar nuestras comodidades y miedos; a veces nos entra la vanidad y la soberbia no nos deja ver más allá de nuestras narices, nuestras limitantes y somos incapaces de admitir con humildad que todo lo recibimos de la providencia divina. La perfección cristiana es de valientes porque implica dejar a Dios ser Dios y dejarnos transformar por El, según su voluntad.
 


Mientras más perfectos, más imperfectos somos. Parece una paradoja…pero es así. ¿Más conoces?...más te entregas, es una fórmula que no falla. El mundo está lleno de matices, así también es la búsqueda de la voluntad, no existe una varita mágica, vamos aprendiendo en el camino. Lo importante es elegir siempre lo que está más apegado a la verdad, al bien que de mayor gloria a Dios…ya con eso tenemos bastante trabajo porque cuesta. La buena noticia es que el Santo Espíritu nos brinda su auxilio y nos defiende hasta de nosotros mismos.

Estamos llamados a construir el reino de Dios aquí. En donde estemos y desde nuestro puesto hoy más que nunca el mundo necesita testigos. Solo un testigo del amor de Dios, alguien que ha tenido la experiencia de Dios puede darlo todo por El, puede salir a la calle, entregarse a los hermanos, comprender sus limitaciones, entender su pobreza (ya sea espiritual o material) y servir a los enfermos. Pidamos la gracia de encontrarnos con Jesus cada día: Camina conmigo Señor, camina conmigo. Sé que si tu vienes, será más llevadero y feliz mi camino.

Eterno Señor,
y Creador de todas las cosas:
Seguiremos buscando fronteras,
para superarlas
con tu Palabra
que tira muros,
que ofrece puentes,
que forja encuentros.

Nuestra casa, el mundo,
nuestro más, tu reino.
Pidiéndolo todo
nos llamas de nuevo.
Prometes hacer
de nosotros fuego.

 Así que arderemos,
si Tú eres la lumbre
de hogueras que pongan
calor en el frío,
fulgor en las brumas,
de noche, sosiego.

Tras tu huella iremos,
dejando olvidados
lo malos amores,
intereses grises
y quereres ciegos.
 

Por bandera, un todo,
por causa los pobres,
por fe, tu evangelio.
Con los pies de barro
y la vida en juego
nos basta tu gracia
para alzar el vuelo.

(José María Rodríguez Olaizola, SJ)

domingo, 18 de septiembre de 2016

Tenemos tarea: Conocimiento propio

Conocimiento propio, una gran tarea. Mejor dicho...impostergable tarea para poder rendir la voluntad y dar respuesta a Dios, esta respuesta es para el creyente y, para quien pueda decir que no es creyente, también es una impostergable tarea que nos lleva a ser mejor persona.
 


Una vez nos conocemos, podemos hacer ajustes a nuestra naturaleza, ayudados por supuesto de la Gracia de Dios y nuestra voluntad y empeño.

En este video, nos explica claramente el Padre Alfonso, (siguiendo la línea de los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola), como podemos organizar nuestros desordenes propios y de donde vienen estos desordenes.




Básicamente nos explica que los desórdenes propios vienen de dos raíces: el amor propio (egoísmo, un maligno amor propio) y el resentimiento (falta de humildad y complejo de inferioridad). 
 
La Buena noticia es que para todos los desordenes tenemos un antidoto: la oración.
 
 
 
San Ignacio de Loyola decía que tenemos que ordenar nuestra vida para estar alineados a nuestro fin. Nuestro fin es regresar un día a casa de nuestro Padre y el ideal es vivir en Gracia de Dios para poder llegar a ese fin al final de nuestros días. Para poder tener nuestra vida ordenada hacia ese fin, tenemos que:
  • Ordenar nuestra mente
  • Ordenar nuestra voluntad
  • Ordenar nuestro Corazon

Ahora, aquí entra la otra parte. Para poder ordenar, debo hacer discernimiento de las mociones que siente mi alma. Es necesario para poder saber si algo viene o no de Dios, y para eso, aquí les dejo esta otra meditación, del Padre Buela, excelente también" Discernimiento de Espíritus"

Esto es bien practico, hasta para la vida diaria. NO DEJES DE VER ESTE ULTIMO VIDEO. Tendras consejos buenisimos y practicos para combatir y ganar la batalla por tu Corazon.
 



Todas las decisiones debemos hacerlas bajo la luz del buen discernir. A veces no es facil elegir bien. San Ignacio entrega aqui claras reglas que son de gran ayuda sea cual sea el momento o decision.

Dios nos regale la gracia de siempre elegir bien y segun su santa voluntad.

Dios te bendiga.