Así, Felipe será el gran Santo de Roma. Horas inacabables de confesonario... Procesiones interminables cada día de iglesia en iglesia con la gente humilde, a la que enseña a rezar y a vivir bien... Atención a pobres y a enfermos, porque es un héroe de la caridad... Horas y horas con turbas de niños, con los que juega y se divierte, aunque los mayores no entienden cómo los aguanta. Pero él contesta: Con tal que no ofendan a Dios, si les gusta pueden cortar leña sobre mis espaldas. Y se dirige a los niños: ¡A jugar y a divertirse todo lo que se pueda! Lo único que os pido es que no cometáis nunca un pecado mortal...
Gasta buen humor hasta con Dios en sus oraciones. Muy humilde, le dice a Dios: No te fíes de Felipe, pues hoy mismo te puede abandonar y hacerse turco. Entonces era eso como hoy abandonar la Iglesia Católica y pasarse al peor enemigo... Le hace también poemas a Dios, como cuando le dice: Yo amo y no puedo dejar de amar. Quiero que, por un buen cambio, Tú seas yo, y yo sea Tú. Dios responde a oraciones tan bellas concediendo a Felipe una oración altísima.
Es muy conocido el fenómeno del corazón: se le inflamó de tal modo que le estalló y le dobló dos o tres costillas... Al celebrar la Misa, se quedaba absorto, fijos los ojos en la Sagrada Hostia después de la consagración... El monaguillo se escapaba de la iglesia y lo dejaba solo en el altar. Regresaba al cabo de dos horas, Felipe volvía en sí, y proseguía la celebración...
Incomprendido a veces o acusado falsamente, nunca se defendía. Tan penitente, que casi no comía, y como enflaquecía mucho y se lo hacían notar, él respondía con su clásico buen humor: No, si lo que pasa es que no quiero engordar... Dios le recompensaba con tal fervor en la oración y tanta felicidad espiritual, que exclamaba con frecuencia: ¡Basta, Señor, basta, que no puedo con tanta dicha!...
Más de una vez ha intentado el Papa nombrarlo Cardenal. Felipe lo rechaza siempre, pero sin despreciar ni ofender. Cuando se lo comunican, toma su bonete viejo, lo lanza al aire haciendo piruetas, y exclama riendo: ¡Cielo, cielo, que no cardenalatos quiero!...
Llegado el último día, Felipe Neri tenía que morir con el buen humor con que había vivido. Era el 25 de Mayo de 1595. Se levanta, dice la Misa como de costumbre, se confiesa, reza, y da a sus discípulos del Oratorio un brazo. Se acuesta otra vez, y pregunta en medio de la noche: -¿Qué hora es? -Las tres. -¿Las tres? Tres y dos son cinco, tres y tres son seis, y a las seis la partida... A las seis se iba al Cielo.
Aqui esta el link original. Con varios videos de Youtube,
http://www.catequesisenfamilia.org/postcomunion/vida-de-los-santos/1136-felipe-neri-el-santo-del-buen-humor-recursos-audiovisuales.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes comentar este articulo aquí!