Ver, juzgar y Actuar es
el método que nos da nuestra santa Madre Iglesia desde el Concilio Vaticano II
para fermentar nuestros ambientes de evangelio y como guía para la realización
de tareas apostólicas, logrando así que sean hechas con criterio y no a lo loco
para poder lograr algo sostenible en el tiempo.
Una frase muy común con la que nos topamos en
numerosas instancias dentro de nuestras parroquias, movimientos, cofradías,
secretariados parroquiales, ministerios musicales, centros de apostolado es
esta: “Nadie quiere comprometerse, por eso siempre sirven las mismas personas”.
Particularmente y antes de decir nada, creo en el
plan de salvación comunitario de Dios hacia los hombres y estoy convencida de
que “en racimos” es que el Señor quiere que su pueblo se salve y le
conozca. Dicho esto, aclaro también que no importa lo que hagan o dejen de
hacer los hombres o algunas personas, el bien SIEMPRE prevalece y el Plan de
Dios seguirá llevándose a cabo en la humanidad aunque algunos
hermanos en vez de ser canales por los que circule abiertamente este plan sirvan
más bien como barricadas contra este. La voluntad de Dios
fluye, como el agua y el aire, por otros caminos hasta llegar a su destino
final.
El tema aquí no es que el plan de Dios se realice o
no. Estoy clarísima que se va a realizar de todas maneras, porque es SU plan, y
el Señor es omnipotente, no depende de mí. Ahora bien, el asunto es más bien
preguntarme yo, ¿que estoy haciendo para colaborar con ese plan?, ¿dejo pasar
SU plan a los demás o soy una barricada para mis hermanos?, porque si siempre
estoy diciendo que nadie puede más que yo puede hacer tal o cual cosa,
entonces… “Houston, tenemos un problema”. Hay un gravísimo problema
de fondo que arreglar. Puede ser: egoísmo, envidia, falta de caridad –
paciencia-, tal vez simple comodidad, pereza.
El ser humano tiene dos capacidades básicas
indispensables para llevar a cabo en su vida y en los demás el plan salvador de
Dios: la inteligencia y su capacidad de amar. Todo se puede aprender, de hecho
somos criaturas entrenadas en todo lo que hacemos y solo necesitamos alguna
indicación y pautas para ejecutar labores específicas. ¿La capacidad de
amar?...está integrada a nuestro ser, tanto es así que si no la
ejercitamos…nos morimos, así de simple.
Creo que el potencial humano es grandioso. No
porque seamos unos “todopoderosos”, sino porque Dios nos hizo así, con grandes
capacidades. Creo en la gente que se entrega, que tiene deseos de entregarse a
los demás. Creo en la gente que descubre sus propias capacidades a medida que
las ejercita y por encima de eso creo firmemente en los dones de la providencia
y el Santo Espíritu que junto con la buena voluntad del hombre le capacitan en
todas las iniciativas que se propone, sobre todo cuando son para bien de su
alma y de los demás.
En varias ocasiones, al escuchar la frase “no hay
nadie más que lo quiera hacer”, es que no hay nadie que lo pueda hacer” para
alguna asignación dentro de cualquier equipo o iniciativa, me pregunto primero si es verdad y segundo si
no será algún problema interior de inseguridad y exclusión a los hermanos, que
no es más que rastros de egoísmo disfrazados dentro del alma.
No es posible que actividades tan sencillas como
hacer la colecta dentro de una iglesia o buscar colaboradores para cualquier
actividad sean “tan complicadas” que nadie las pueda hacer. Si de algo he
podido ser testigo es de la inmensa capacidad del hombre en su respuesta al
amor de Dios. Lo que si me pregunto, muchas veces es si en esa misma medida
está mi compromiso como rebaño de Dios de acompañar esas ovejas más pequeñas
que yo en la fe y que necesitan de que unos con otros nos guardemos las
espaldas, nos cuidemos, nos esforcemos juntos, demos lo mejor de nosotros, etc.
En las carreras de relevo. Antes de pasar el "testigo" (así se llama el tubito que se pasa al otro corredor), no se si se han fijado, que el corredor que lo va a recibir, justo antes de que lleguen a pasárselo esta esperando y caminando un poco..e inmediatamente le pasan lo que debe llevar, sigue corriendo hacia adelante.
El apostolado con los “Discípulos de Jesús” en
las visitas a los enfermos me demuestra esta realidad: hombres y mujeres
que quieren darse para los demás, a
pesar de que hayan tenido formación o no. La disponibilidad del hombre es la
cualidad necesaria para que luego llegue la debida formación y este a su vez se
transforme en elemento inclusivo de muchos más dentro del plan de Dios.
Existen muchos hermanos que quieren trabajar, por
supuesto que si. La gran pregunta es: ¿estas tu dispuesto a enseñar lo que ya
sabes, o prefieres quedarte cómodamente en tu posición porque entiendes que ya
hiciste suficiente?. San Francisco de Asís después de muchos milagros y
trabajos les dijo a sus hermanos, “empecemos a trabajar hermanos, no hemos
hecho nada”. Esa debe ser la mística del cristiano: Ver la realidad con
ojos de misionero: ¿qué hace falta?, ¿cómo colaboro?, ¿que está mal y como lo
puedo remediar? , porque solo desde mi perspectiva, desde mi interior es que
las cosas pueden cambiar. A veces perdemos mucho tiempo criticando lo que está
hecho o lo que está mal. Esa fuerza debe utilizarse para buscar soluciones,
tomar decisiones; Juzgar por supuesto a luz del santo evangelio y
esos criterios de Cristo para luego accionar. Proponer nuevas
alternativas, nuevos enfoques. Ser inclusivos,
no porque esté de moda la palabrita sino porque Jesús es inclusivo,
el evangelio es inclusivo…es para todos, repito, para TODOS.
Dios les bendiga.
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