miércoles, 18 de octubre de 2017

Una Santa me brindó Café

 
La señora que arregla la sala de profesores de la universidad, que brinda el café, el té, los refrescos, que limpia los baños y demás...me ha dejado con una profunda admiración.

Era un martes y no había yo comido nada, ya era de noche y me tocaba dar dos clases seguidas, baje a tomar un café al salón de profesores y ella estaba allí, yo sabía que tiene un familiar enfermo, asumía era su hijo, le pregunte, - ¿cómo está tu compañero? y me dice: - ayer no dormimos, a veces duerme, a veces no.

Ella estaba toda desaliñada la pobrecita, me ofrece un café y al verme cansada me dice:
-Profe le voy a poner chocolate, eso le anima más…; ella le pone chocolate, me siento con ella a escucharla en la cocinita. Ella continua diciendo - es que ya le han dado 4 ACV (Derrames cerebrovasculares), pero doy gracias a Dios por todo..

En ese momento miré a aquella mujer y ni pude tomarme el café, era tanta la bondad que tenía su rostro que ni sabía que decirle. Ella continuaba hablando y le pregunté: - ¿cuántos años tiene?, - 65 me dijo, allí comprendí que no era su hijo sino su esposo de quien me hablaba. - Es un milagro de Dios hermana mía, le dije, un milagro de Dios que esté vivo.

- Así es, me contestó.

Me comentó como algunos profesores de medicina le ayudan con algunas cosas y como ella confiaba en la providencia a pesar de todo aquello.

Esa hermana vive una realidad muy fuerte, sin esposo que le ayude, con trabajo, sin dormir, con hijos y encima de todo eso, tiene la delicadeza de poner un poco de chocolate en mi café para yo animarme. Mi hermana Virtudes, porque así se llama, es una santa. Me ha brindado café una santa!, una mujer que a pesar de todo confía en Dios, que a pesar de no tener tiempo para cambiarse, asearse, planchar su ropa, peinarse bien o ponerse pintalabios, entrega su tiempo a su familia, su trabajo y lo hace extraordinariamente bien. Esa es la santidad de la vida ordinaria, esa es la santidad de vivir heroicamente las virtudes sobrenaturales y por cosas de Dios, Virtudes es su nombre y eso le sobra.

Cuantas veces pasamos de largo sin pararnos a ver las realidades del hermano.

Me sentare más tiempo a hablar con ella. Aprendo más con ella que en la biblioteca de la universidad. Aprendo más con ella que metida en el laboratorio o la mejor maestría, porque aprendo sobre lo que es verdaderamente el amor.

Creo que Dios me ha regalado otra gran hermana y amiga. La próxima vez, no voy a pedirle chocolate y café, mejor le llevo yo uno a ella… ¡que digo uno, cincuenta y más!. “Donde hay caridad y amor, allí está el Señor” dice una canción….y así es, así lo siento, así lo veo. Cristo esta en esa hermana, en ese esposo, en esa cruz, en esa entrega. Solo El mueve el corazón humano amar y decir “doy gracias por todo” como ella lo hace.

Una Oración de Sor Faustina:

Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarla.

Ayúdame a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.

Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás hable negativamente de mi prójimo sino que tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.

Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargue sobre mí las tareas más difíciles y más penosas.

Ayúdame a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo.

Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón. Seré sincera incluso con aquellos de los cuales sé que abusarán de mi bondad. Y yo misma me encerrare en Tu Misericordioso Corazón. Soportaré mis propios sufrimientos en silencio.

Que Tu Misericordia, oh Señor mío, repose dentro de mí. Tú Mismo me mandas ejercitar los tres grados de la misericordia. El primero: la obra de misericordia, de cualquier tipo que sea. El segundo: la palabra de misericordia; si no puedo llevar a cabo una obra de misericordia, ayudaré con mis palabras. El tercero: la oración. Si no puedo mostrar misericordia por medio de obras o palabras, siempre puedo mostrarla por medio de la oración. Mi oración llega hasta donde físicamente no puedo llegar. Oh Jesús mío, transfórmame en Ti, porque Tú puedes hacer todo. (Diario, 163)


7 comentarios:

Puedes comentar este articulo aquí!