domingo, 16 de diciembre de 2018

EL ADVIENTO

¿QUÉ ES EL ADVIENTO?

Ya desde los primeros años de la naciente Iglesia, el término “adventus” se empezó a utilizar para designar la venida del Señor Jesús entre los hombres en su doble dimensión: su venida histórica en la Encarnación y su segunda venida gloriosa en «el último día». Ambos aspectos forman parte de un mismo misterio de la obra reconciliadora de Dios.





Su venida histórica: El Adviento nos recuerda ante todo, la dimensión histórico-sacramental de la reconciliación operada por el Señor Jesús. A quien esperamos durante el Adviento es al Señor de la historia, quien se encarnó en la doncella de Nazaret, haciéndose en todo semejante a nosotros, menos en el pecado (ver Heb 4,15), obteniéndonos el maravilloso don de la reconciliación (2Cor5,17s) e iluminando al hombre en su identidad más profunda y en su vocación.


Su venida gloriosa: «El último día».- Así mismo, es en este tiempo que se evidencia con mayor fuerza la dimensión escatológica, o de «las realidades últimas», del misterio cristiano. Aquella salvación operada una vez y para siempre, alcanza su plenitud al final de los tiempos, cuando el Señor se manifieste coronado de gloria y majestad. El Adviento, pues, nos recuerda que somos peregrinos y que caminamos bajo la guía de Santa María entre la primera venida del Verbo hecho hombre y la última y definitiva venida del Señor; vivimos entre el “ya” de la salvación completada por el Señor y el “todavía no” de su plena manifestación que se realizará en su venida gloriosa, el último día.

Veremos así, a lo largo de este “tiempo de espera”, como la liturgia nos invita a estar en vela, con la lámpara de nuestro corazón encendida, en esperanza continua, manteniendo una especial actitud de conversión.

Es por ello que en este tiempo litúrgico podemos distinguir dos periodos:
El primero de ellos, desde el primer domingo de Adviento hasta el 16 de diciembre, aparece con mayor relieve el aspecto escatológico (el final de los tiempos) y se nos orienta hacia la espera de la última venida gloriosa de Cristo. Es por ello que debe resonar, como comunidad creyente en las promesas de su Señor, en nuestros corazones y en nuestros labios el “Ven Señor Jesús” que a lo largo de toda su historia la Iglesia ha profesado.

1ª Semana: Está centrada en la venida del Señor al final de los tiempos.

2ª Semana: Nos invita, por medio del Bautista a «preparar los caminos del Señor»; esto es, a mantener una actitud de permanente conversión.
El segundo periodo, que abarca desde el 17 hasta el 24 de diciembre inclusive, se orienta más directa­mente a la preparación de la Navidad, al recuerdo y celebración del nacimiento histórico del Señor Jesús, Hijo de Santa María, hace más de dos mil años.

3ª Semana: Anuncia ya la alegría mesiánica, pues ya está cada vez más cerca el día de la venida del Señor. A este Domingo se le denomina del Gaudete (alegrémonos), según el consejo de San Pablo (Flp 4,4-5).

4ª Semana: Nos habla ya, del advenimiento del Hijo de Dios al mundo.



¿A QUÉ NOS INVITA EL ADVIENTO?

Vivir la espiritualidad del Adviento implica esforzarnos por hacer que nuestra vida cotidiana esté impregnada de:


La alegría por el nacimiento y la venida definitiva del Señor: El misterio del nacimiento del Señor Jesús nos invita a abrir nuestro corazón y acoger el amor de Dios por nosotros. Junto con la alegría y la gratitud, el Adviento nos invita a un compromiso por construir una sociedad más justa y reconciliada. La voz profética de Juan el Bautista: “Preparad los caminos del Señor”, nos debe llevar a ello.


Vivir la dinámica de la esperanza: Que debe ser una actitud que debemos interiorizar y vivir en este tiempo, fruto de la fe y confianza en las promesas de Dios que, enviando a su Hijo, nacido de Mujer, nos ha abierto las puertas de la Reconciliación con Él, con nosotros mismos y entre los hombres. ¡Cristo ha vencido de manera definitiva el pecado y sus consecuencias! ¡La santidad y la Civilización del Amor son posibles!


Una permanente “vigilancia”: Ya que no sabemos ni el día ni la hora de la segunda y última venida del Señor, la Iglesia nos invita, también, a vivir con las lámparas encendidas, en constante fidelidad amorosa a Dios, cooperando diariamente con la gracia, respondiendo al llamado que el Señor nos hace a la santidad.


La conversión: Decir que la conversión “es obra nuestra” sería una verdad parcial y, por ello, una grave equivocación. La obra de la conversión tiene su inicio, guía y fin en el Espíritu Santo. Es Él quien transforma nuestro corazón y nuestra mente para que podamos ser como el Señor Jesús. Lo que nos toca a nosotros es cooperar activamente con la gracia que ha sido derramada en nuestros corazones. El Adviento es un tiempo en el que poniendo nuestra mirada en Jesús, en su encarnación amorosa, en su reconciliación, en sus promesas futuras, podemos hacer que la gracia trabaje en nuestro interior y nos convierta.


Tiempo de María: También es un tiempo propicio para incrementar nuestro amor filial a la Madre de Dios. Con la mirada en los acontecimientos de la Anunciación-Encarnación, de la visitación a la prima Isabel, del peregrinaje hacia Belén, descubriremos cómo es que Santa María nos guía y educa en las actitudes interiores de entrega generosa a Dios y a los demás hermanos. En este sentido, es un tiempo hermoso para vivir la caridad como el Señor y Santa María la vivieron.

Al ser el Adviento un tiempo de espera y austeridad, no anticipemos las celebraciones navideñas. Busquemos que nuestras actitudes, reuniones, visitas de caridad, etc., estén impregnadas del anuncio de este tiempo de expectación y que está marcado por la liturgia de la Iglesia, particularmente por la Santa Misa. El riesgo en el que podríamos caer es que, llegado el tiempo propio de la Navidad, olvidemos el sentido de celebración y júbilo que tiene, el mismo que debemos extender hasta el Domingo que celebramos el Bautismo del Señor.


¿CUÁLES SON LOS SÍMBOLOS PROPIOS DEL ADVIENTO?


Durante este tiempo litúrgico se emplean algunos signos de austeridad. Estos tienen por finalidad recordar nuestra condición de peregrinos en esta tierra y que, como tales, estamos “en camino” hacia lo definitivo, hacia la plenitud. Algunos de estos signos se expresan en la liturgia con las vestiduras moradas del sacerdote, se omite el canto del Gloria, la decoración del altar se hace más sencilla; entre otros. Cuando llegue el tiempo de Navidad la sencillez y austeridad del Adviento contrastará con el carácter festivo del nacimiento del Señor Jesús.


La Corona de Adviento: O “Corona de las luces de Adviento” es un símbolo propio de este tiempo de espera. Con toda la fuerza evocadora de su simbología, nos ayuda a que hagamos en nuestros corazones y en el de nuestros hermanos, un clima apropiado de preparación y espera activa y gozosa del nacimiento de nuestro Reconciliador, el “Dios-con nosotros”. El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona (uno cada Domingo) muestran la ascensión gradual hacia la plenitud de la luz de la Navidad. El color verde de la corona significa la vida y la esperanza. La corona de Adviento es, pues, un símbolo de esperanza de que la Luz y la Vida (símbolos del Señor Jesús) triunfarán sobre las tinieblas y la muerte y una invitación a participar de esa victoria.
PERSONAJES BÍBLICOS QUE NOS ACOMPAÑAN DURANTE EL ADVIENTO
El profeta Isaías: su figura nos habla de apertura a la esperanza Mesiánica y de anuncio ardiente de los planes salvadores del Señor.
San Juan Bautista: su figura austera, profética, y la claridad de su hablar, sacude la conciencia de los hombres, los saca de su indiferencia para con Dios-Amor y dispone sus corazones al encuentro con el Señor.
Santa María: su figura transparente, su fe, su fidelidad, son todo un testimonio de vida para nosotros. Ella ya porta en sus entrañas al Salvador. Por ello María ha sido, es y siempre será, “vida, dulzura y esperanza nuestra”, como le rezamos en la oración de La Salve.


Material tomado de mvcweb.org


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