lunes, 28 de enero de 2013

“Hoy conocí un Santo”


“Hoy conocí un Santo”

(Permíteme Señor, honrar a este hijo tuyo con las palabras correctas, déjame escribir algo que se parezca a la belleza que hoy vi)

He tenido la gracia de conocer un Santo. Un Santo Anónimo, Julián se llama. Anónimo, como tantos en el mundo…
Eran las nueve y media de la mañana, domingo, estábamos mi esposo y yo en el hospital, llevando la comunión a los enfermos, hacíamos la visita a las habitaciones y entramos a una de ellas, era la habitación 428, nunca olvidare ese número. Estaba postrado, en aquella cama, con un aparato de diálisis a su lado, cambiando su sangre, no sé cuál era su enfermedad…pero sé que era muy grave. Estaba muy delgado, no podía ni siquiera hablar. Cuando hablaba, no salía voz de su boca, apenas un ruido de su garganta. Tenía el pelo negro, ya poquito, parecía de algunos 65 o 70 años
“Buenos días hermanos”, decimos, “venimos a invitarles: tenemos la celebración de la misa en la capilla, a las diez, es en el quinto piso y como usted no puede ir, le traemos la comunión si usted acostumbra y quiere recibirla”…a Julián se le iluminaron los ojos, miro al cielo, como agradeciendo, nos dijo “si…
La señora que le acompañaba y lo atendía fue quien pronuncio las palabras: “tráigansela si, el es católico”. Julián nos decía “gracias”, desde su cama, sin voz, este hombre, no tenía voz…solo lo que salía de su garganta, “Dios los bendiga”…
Salimos de aquella habitación, me pare a ver el numero para ponerlo en la hoja de servicio y mis ojos se llenaron de lagrimas…Dios mío!, cuanta gratitud en este hombre que ni siquiera podía hablar, ni moverse, ni  nada…me pare unos segundos..mi esposo me esperada a unos pasos, tome aire, aun faltaban muchas habitaciones por visitar y el tiempo era poco. Mire a mi esposo, tenía su rostro conmovido, solo nos miramos y seguimos…
Eran las diez, llegamos a la misa, hoy, habían muchos enfermos, el hospital estaba lleno.
Cuando terminó la misa, fuimos a las habitaciones, llevando a Cristo a cada uno de esos enfermos. Algunos jóvenes, otros más viejos, mujeres, hombres...
Llegamos a la habitación de Julián: “Hermano, venimos a traerle el cuerpo de Cristo”
Aquel hombre, que apenas podía moverse, levanto su mano, con un tubo de sangre que tenia conectado…. Se la llevo a la frente y se persigno. El se dio cuenta que Jesús había entrado allí, que estaba a su lado, que había venido a visitarlo. Mi esposo, tomo la palabra, yo acomode la comunión encima de una neverita que había allí.
José empezó a leer, (José, que no puede hablar mucho en estos días, por un problema de salud) y aquel hombre, en aquella cama, estaba tan agradecido y en paz, como si nada de lo que le pasaba era importante, como si… ni los tubos, ni la diálisis, ni las sabanas finas que apenas le cubrían, ni la pena, ni el dolor, ni la enfermedad…como si nada de esto le importara. Cristo estaba ahí, con El y El lo sabía, lo esperaba…Era su amigo, quien venía a visitarlo. Era su Padre, quien venía a confortarlo…era su Salvador, quien venía a rescatarlo…
José leyó el evangelio, era el de San Juan y aquel hombre lo escucho con tal devoción, como si fuera el último que iba a escuchar, como si fuera un ángel que lo estaba leyendo.
Le entregamos la comunión…José la puso en su boca y aquello fue, según su rostro,  el manjar mas delicioso que ningún paciente probó. Cerró los ojos, lo comió y lo tragó, con tal amor…estaba en paz…lágrimas salieron de sus ojos…pero eran lágrimas de alegría, lágrimas de santidad.
Terminó su oración y volvió a persignarse, con sus manos, despacio, como pudo…en el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo, …amén”
“Que Dios lo bendiga hermano, que lo sane”, le dijimos… la señora que lo atendía, agarro un pañuelo y le secó las lagrimas… “Gracias” dijo Julián, sin voz, “Dios los bendiga”… era un agradecimiento tan puro, tan limpio, era un agradecimiento santo. Aquel  hombre sabía que había recibido un tesoro…El lo conocía, El sabia quien era Jesús…y Jesús, que nunca abandona a sus amigos, hoy fue a estar con Él.
Nunca olvidare a Julián porque hoy pude ver la santidad…
Es verdaderamente un privilegio Jesús, poder llevar tu cuerpo. Nosotros que somos indignos hijos tuyos, que aun tenemos que mejorar tantas cosas…nosotros que aun no comprendemos la grandeza de tenerte en nuestras manos… llevar a Cristo..al mismo Cristo.. Porque eres Tú mismo quien está en cada habitación, es a ti mismo a quien vamos a consolar, a visitar.
Gracias Maestro, por Julián, gracias Maestro por este regalo, gracias Maestro por usar nuestras manos, nuestro cuerpo y nuestro corazón. Déjanos refugiarnos siempre, en tu corazón.


En el corazón amoroso de Jesús y María,
Una hija muy amada por Dios,
Nathalie Romero de Grau
14 de noviembre 2010

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