Visitarte cada día Señor
Cada día al
levantarme, aunque te ofrezco el día y mis obras, desde que abro los ojos,
siento una gran alegría por ir a visitarte. Mi alma encuentra paz en el
sagrario cada vez que te veo.
Decirte que te amo
con locura, que aunque me sienta pequeñita, quiero estar junto a ti…lo más
cerca de ti que pueda, ya me es imposible quedarme lejos. Ofrecerte mi corazón
cada día, conocerte más, escucharte, mirarte….oh Maestro, cuanto deseo mirarte,
pero mientras tanto, me conformo con sentirte y escucharte. Mi alma y mi ser se
llenan de tu presencia y un santo calor me inunda.
Cada vez que estoy
contigo mi alma se eleva y sé que estoy, donde tengo que estar, para estar
contigo fui hecha y es por eso que nunca te quiero dejar. Más me quieres en el
mundo, me quieres y obedezco Padre Amado. Es mi pena tener que salir cada día,
mas mi alma se consuela sabiendo que estás conmigo, que tu gracia nunca me
abandona, y que debo consolar a aquellas almas tristes que aun viven sin
conocerte. Es tanto el amor que me das, que puedo darlo a borbotones para los
demás.
Verte ahí,
contemplarte…ver cómo te has quedado ahí, para mí, para cada uno de nosotros,
humillado, tú que eres Padre, tú Señor que eres todo. Cuanto me amas Señor!
Contemplar tu
corazón, y meditar ante el misterio que encierra, es lo que más me conmueve.
Sé, porque esa gracia la pusiste en mi corazón, que en tu sagrado corazón está
el misterio de la salvación de los hombres y yo, hoy, te ofrezco mi corazón
para que lo transformes, para que se parezca al tuyo.
Gracias Padre por
amarme tanto. Quiero consolar tu corazón y hacerlo por todas aquellas almas que
no lo hacen, ofrecerte mi amor y mis visitas cada día. Ofrecerte también mis
dudas y angustias. Mis trabajos, mis cruces y mis alegrías. Llevar a ti todas
las almas que pueda y siempre cuidar de que en el camino, no pierda la mía.
Sé amado mío que
estas ahí, sé que me escuchas y yo te escucho a ti. Bendito seas Padre porque
sin merecerlo, siempre has estado cerca de mí, desde pequeña, porque siempre te
he visitado, porque pusiste en mi corazón desde el vientre de mi madre la necesidad de ti y aunque yo no entendía
muchas cosas, ya te amaba con locura.
Espero en mi paso
por el mundo, con paciencia y con amor, volver a ti algún día y entregarte mis
manos y mi corazón llenas de buenas obras, dignas de ti. Mientras, seguiré
estando cada día en el sagrario, cada día… lo más cerca de ti.
Tu hija amada,
Nathalie
6 de noviembre 2009
Elvia Nathalie Romero de Grau
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