“Ámame en el mundo”
Es un día de trabajo, me siento en el escritorio, recibo un correo y abro el mensaje. Me llegan unas fotos preciosas, de paisajes y monumentos eclesiales.
-“Se me van los ojos” viendo un monasterio, una capillita en el campo, un lugar tranquilo donde solo contigo Señor puedo estar. Se me van los ojos y pienso…cuánto me gustaría estar ahí, para amarte solo a ti amado mío!, solo a ti, amor de los amores y de pronto, irrumpes en mi meditación y me dices con voz dulce: “Ámame en el mundo”…
“Ámame en el mundo, en los que cada día pasan a tu lado. En los que tienen que escuchar tus buenos días cada mañana. Ámame, en aquellos que son menos dichosos que tu. En los que no te comprenden. Ámame en los que te hacen sentir mal.
Ámame en aquellos que no tienen quien los ame. No te vayas lejos, no tienes que hacer maletas ni comprar pasaje. Abre tus ojos y ámame en los que están a tu lado, esos que ves cada día.
Te has preguntado si algún familiar tuyo necesita algo?, cosas sencillas, hija mía, cosas sencillas…una llamada, una sonrisa, un abrazo o simplemente escucharles.
Ámame en el mundo que ya tendrás tiempo para estar solo conmigo. Y no te preocupes por nada, porque yo siempre estoy contigo.”
Luego de escucharte maestro, te entiendo un poco más y entiendo nueva vez mi razón en el mundo: Amar… simplemente amar. Amar como tú me enseñaste. Amar como nos amas a cada uno de nosotros…cuánto me falta maestro, cuánto me falta aún!, te escucho y pienso…”amar a todos sin distinción”, …podré hacerlo?, es que acaso algún día seré como tú quieres Señor que sea?. Eso …solo lo sabes tú. Mientras, acojo tu mandato y te amo en el mundo, en esos que siempre tengo a mi lado. Enséname Señor a mirarlos con tus ojos, a nunca ver sus defectos y muy por el contrario, ver los míos en su lugar. Enséname a ser una luz de tu corazón, que lleve amor y alegría a los demás. Enséñame, amadísimo mío, a amar.
Tu hija amada,
Nathalie Romero de Grau
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