viernes, 21 de junio de 2013

De cuanto más ayuda seriamos a Dios con un corazón sencillo.

La verdad es que Dios tiene unas maneras muy creativas de enseñarnos cosas!
Hace poco tuve la oportunidad de aprender tanto de la manera más...diferente, por así decirlo. Me tocó escuchar un testimonio en el que "algo" faltaba.

Muchos de nosotros conocemos hermanos que viven  bajo una vida externamente piadosa y por dentro están tan áridos como un desierto.
Solo hay una razón para eso: el Santo Espíritu no ha podido seguir trabajando con el proceso de su santificación, que no es más que conformarnos con Cristo. Eso puede pasarle a cualquiera.

Y porqué pasa esto?. En verdad es una pregunta que me la repito para que no vaya a pasarme, como dice San Pablo, "que después de haber predicado, quede yo descalificado"...

Si bien la propagación de la buena noticia no depende de nosotros, sino de la Gracia de Dios,  también es cierto que de mucha ayuda  es contar con un corazón sencillo porque se consiguen mas almas para nuestro Señor Jesús.

Si el corazón no es dócil y sencillo  es como si estuviésemos transmitiendo 
a través de un micrófono sucio, con el cable dañado....se escucha 
intermitente, hay interferencia, no suena bien.


Me puse a buscar algunas cosas y terminé encontrando la virtud de la Humildad que tiene todo que ver con la sencillez de corazón  y el pecado de la Soberbia que va muy la mano con el orgullo.




Antes de compartirles algo que encontré y sin ánimo de asustar a nadie,  un párrafo de Kempis de su libro "Imitación de Cristo"

Cuanto más y mejor entiendes, tanto más gravemente serás juzgado si no vivieres santamente.
Por eso no te ensalces por alguna de las artes o ciencias; mas teme del conocimiento que de ella se
te ha dado. Si te parece que sabes mucho y entiendes muy bien, ten por cierto que es mucho más lo
que ignoras.
También lo vemos en la biblia:
Evangelio de  Lucas 12, 39-48: "Al que mucho se le da, se le exigirá mucho"

Lógicamente cada uno tenemos  distintas capacidades, Dios nos ha dado talentos diferentes, y a cada uno pedirá cuenta del uso de sus capacidades. Siempre debemos procurar hacer el bien, sólo el bien y todo el bien que nos sea posible; además de hacer bien en las tareas que nos corresponden,  cada uno según su condición: estudiante, trabajador, madre o padre de familia, jefe, etc. Pero además debemos buscar constantemente mejorar nuestra formación  y profundizar en nuestro conocimiento propio que es lo que Dios espera de cada uno de nosotros en particular. Sólo con buena formación sabremos qué hacer en cada caso de la vida diaria y, por supuesto, tener siempre a la vista los dos grandes mandamientos:  amar a Dios sobre todas las cosas, al prójimo como a uno mismo.

Parte del material, que hay mucho por cierto en Internet, busquemos. El que busca, encuentra. Pero busquemos en buenas fuentes. 
"Con humildad comienza la vida espiritual. En la auténtica humildad está la perfecta confianza en Dios. Los grados de la humildad corresponden a los grados del amor.

Si no somos capaces de una vida humilde, se irá secando la fuente de la alegría. Y el vicio contrario a la fundamental virtud de la humildad, es la soberbia, porque resalta con mayor énfasis la ausencia de tal virtud. Y no obstante el daño que causa, es una plaga arraigada en muchos corazones.


Humildad, Gracia al alcance de quien la pide y se esfuerza

Pidamos al Señor, por intercesión de la Virgen María y de los santos, el reconocer nuestra soberbia y luchar contra ella, el esperar la gracia de ser evangélicamente humildes, sencillos, procediendo según la verdad y con recta intención. Y en esta empresa trabajemos con paciencia, que no se puede mucho en poco tiempo. Más bien, aprendamos a comenzar cada día y gustemos de ello. «Busquemos como quienes van a encontrar, y encontremos como quienes aún han de buscar, pues cuando el hombre ha terminado algo, entonces es cuando empieza» (San Agustín de Hipona).

Ceguera incapacitante

El soberbio busca los defectos ajenos, descuidando la atención y superación de los propios; el soberbio comenta los defectos de los demás para no permitir que descubran los suyos. Si la humildad une a los hombres, la soberbia los divide. El orgulloso es vanidoso y se goza despreciando a los demás o considerándose mejor que ellos. Si algo irrita al orgulloso es el orgullo ajeno.

La máscara de nuestros defectos no es otra que el orgullo. El orgullo que nos lleva a negar los defectos que tenemos nos impide advertir los remedios que podrían curar nuestros defectos.

Generalmente, la vanidad procede de la soberbia. El soberbio se complace en la propia «excelencia», mientras que el vanidoso se complace en el reconocimiento que los demás le tributan. Así, el orgulloso suele ser vanidoso: quien se estima más de lo que vale, desea ser muy estimado por los demás. El vanidoso desea recibir frecuentemente alabanzas de los demás."  
(Contra soberbia, humildad  / Autor: Mons. Miguel Romano Gómez )


Conozcámonos interiormente para darle a Dios siempre lo mejor de nosotros.

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