Siembra en el camino, en las rocas, en la tierra…en todas partes, así seamos egoístas, complicados, haraganes, estudiosos, amistosos, serios…en fin, siembra en todos los corazones. Cuanto tenemos que aprender de nuestro Padre del cielo. Estamos llamados simplemente a ayudar a regar las semillas, a más nada, aquello de que germine, crezca y toda la parte de la cosecha le tocan a Jesus y al Padre; Sin embargo cuantas veces, nosotros, que recibimos esa semillita hermosa del evangelio la regamos y repartimos solo a quienes nos interesa, a quienes nos caen bien, en quienes hacemos el menor esfuerzo …es ahí donde nos perdemos porque entran en juego nuestros criterios, que siempre egoístas, jamás serán parecidos a los del Padre.
Nosotros los cristianos (Y cuando escribo esta palabra realmente me hace temblar en mis entrañas, seré verdaderamente cristiana?); nosotros que hemos recibido la buena noticia de parte de Cristo, que hemos recibido su misericordia, su mensaje, sus mandatos, tenemos la obligación de cumplir con nuestra parte: “ Id y predicad el evangelio a todas las gentes” , “Los envío a proclamar el Reino y a curar” (Lc. 9, 12) es el mandato de Jesús a sus discípulos que hoy nosotros como cristianos debemos asumir.
Somos multiplicadores en esto de regar la semilla, a todos y en todo momento. Llevando esperanza y ocupándonos de que todos nuestros hermanos también aprendan y colaboren con la causa.
En la causa del Señor no existen “Caciques”, “Gobernadores”, “Jefes”…en la causa de Dios existen hermanos, amigos que se unen para un bien común. Siempre es bueno recordar que Jesús estableció la caridad como distintivo de sus discípulos con estas palabras: “En esto conocerán todos que son mis discípulos, si tienen caridad unos con otros” (Jn. 13,35).
Con estas palabras podemos enmarcar la misericordia para con los necesitados y los enfermos y todas las llamadas obras de caridad y de ayuda mutua para aliviar necesidades humanas, pero también con estas palabras tenemos que enmarcar la enseñanza, la dedicación y el dar a los demás los conocimientos aprendidos en el camino de nuestra vida dentro de la Gracia. Estamos para ser puentes, no me canso de decirlo. En la vida cristiana no cabe el “yo-ismo”, el egoísmo, la envidia, la habladuría para luego profesar que los demás están equivocados y aupar la vanagloria personal. Esos no son frutos del Santo Espíritu, sino de otro espíritu, que no es ni remotamente santo. Y no me refiero a las criticas constructivas, que mucha falta hacen, sobre todo cuando son hechas con caridad. Es necesario REGAR LA SEMILLA, es necesario dar lo que de gratis hemos recibido. Es así como nuestra Iglesia CRECE, es así como tú mismo creces, como la Gracia te transforma, como se moldean todas tus miserias, que son muchas.
No tenemos tiempo que perder. Pienso siempre en un bebe cuando empieza a caminar, necesita de sus padres, necesita que lo ayuden. Así mismo somos nosotros, necesitamos unos de otros y Dios, que es el omnipotente, por algún motivo, quiere que colaboremos a su causa unos con otros…pero claro!, claro que quiere que colaboremos! Es que todos somos parte de su cuerpo, es que solo así nos santificaremos. Ay de mi alma si me llevara bien con todo mundo, si no me costara entre veces llevarme con algún hermano, porque entonces no me santificaría.
Si todos somos parte del cuerpo de Cristo porque todos somos hijos de Dios, entonces, si un miembro sufre todo el cuerpo sufre. Si nos damos en el dedo chiquito del pie, nos duele todo el cuerpo…es lo mismo; Y como un solo cuerpo tenemos que luchar porque esa misericordia llegue unos con otros.
Una vez escuche a Salvador Gómez decir que cuando un bebé empieza a hablar al inicio balbucea, luego dice varias palabritas…luego va creciendo y cada vez dice más, ya a los 3 o 4 años, está más grande y habla oraciones completas…pero que ningún padre puede estar contento si tiene un bebé y resulta que a los 4 años está balbuceando todavía y no sabe hablar, no va en progreso. Así somos nosotros en la vida de Fe, por obligación tenemos que crecer y desarrollarnos y ayudar a otros a hacerlo, no podemos encontrarnos con Cristo, recibir la semilla y luego atrofiarnos…sería un desperdicio.
Hermanos, crezcamos internamente con ese fervor del primer encuentro que cada día se hace nuevo y luego que crezcamos y nos alimentemos, ayudemos a otros a crecer y desarrollarse, seamos dadivosos como nuestro Padre del cielo lo es con nosotros. Ayudemos cada día a regar esa hermosa semilla que el sembrador pone en nuestro corazón esperando la cosecha de nuestro amor.
Dios les bendiga, una hija amada de Dios,
Nathalie Romero de Grau
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