Eran las 2:00 de la tarde. Estaba teniendo un día muy ajetreado. Andaba en las reuniones de la Asamblea de la OEA: mucha gente, mucho trabajo pero sobre todo días de mucha oración.
Salí a la calle buscando mi carro, que estaba parqueado un
poco lejos porque las calles alrededor estaban bloqueadas. Traía mi mochila, mi
cartera. El sol estaba como para irse a la playa y de repente empieza a
lloviznar. En mi país decimos “se casa una bruja” (por cierto, de donde vendrá ese dicho?). El
asunto es que voy aprisa, paso unos guardias que están en la esquina, cruzo la
calle y continuo hacia arriba, entre el calor, la humedad, el hambre y la prisa
porque debía buscar donde comer algo antes de la próxima reunión.
Ya casi llegaba al carro, que estaba a 1 cuadra. La calle
estaba desierta, solo mi carro estaba estacionado. Y alcanzo a ver, en mi misma
cera, caminando hacia mi, una señora que viene, con paso lento y una varita,
auxiliándose al caminar. Estaba ciega; iba camino hacia la calle que yo había
dejado atrás.
Ella no se percata que estoy ahí. No me ve y entre el
hambre, la prisa y el calor que tenía la verdad es que estaba loca por montarme
en el carro, prender el aire e irme.
No pude seguir caminando. Me devolví.
-
Hola, como estas?, déjame ayudarte. Te llevo
hasta la parada de autobús.
-
Si, gracias. Llévame.
Camine con ella hacia atrás, de donde venía. Vi de nuevo los
guardias en la esquina pero ahora acompañada de mi amiga. La deje sola, sentada
en la parada, esperando el autobús.
De nuevo emprendí mi camino hacia el carro. Entre y empecé a
buscar un lugar donde comer. Para mi sorpresa la providencia me presento uno
bien cerca.
Al decir el "yo confieso", pedimos perdón por nuestros pecados
de pensamiento, palabra, obra y
omisión. A veces, pensamos que solo las
grandes empresas y proyectos en los que ofrecemos nuestro tiempo, son los únicos considerados como virtudes o
faltas a la vida de Gracia. Sin embargo es en las pequeñas obras de bien, en las que no ofrecemos pero que se nos
solicitan, en las que verdaderamente la Gracia Santificante se encarga de
hacernos progresar. Nosotros lo único
que debemos poner es nuestra voluntad.
Yo podía pasar por el lado de mi hermana, seguir caminando y
montarme en el carro. Ella iba a encontrar su camino de alguna manera. Yo podía
seguir caminando porque tampoco la señora se había dado cuenta de que yo estaba
allí (era ciega), ahora…yo podía ver perfectamente ( y doy muchas gracias a
Dios por hacerlo). Sinceramente les
digo: no era un asunto de si la señora me veía o si Dios me veía porque
todo lo ve…al final no se trata de eso, es que YO la había visto a ella. Mis
ojos ya se habían dado cuenta que esa hermana estaba ahí y necesitaba ayuda. Mi
responsabilidad como cristiana va más allá del calor o el hambre. Muchas veces
me pregunto, pero será verdad que aún no he entendido que es el mismo Cristo a
quien sirvo en mis hermanos?, Cristo ciego, Cristo cojo, Cristo enfermo, Cristo
en soledad, Cristo anciano, Cristo mendigo, Cristo pobre, Cristo NECESITADO.
Pidamos la gracia de poder ver al Señor en todos los
momentos de nuestras vidas y en todos cuanto viven y pasan a nuestro lado. Que
seamos siempre dóciles a su Santo Espíritu y que nos transforme en verdaderos
discípulos y constructores de paz.
Dios te bendiga.
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