miércoles, 29 de mayo de 2013

Nos encontraremos allá, haciendo el bien...

… "El Señor a todos, a todos nos ha redimido con la sangre de Cristo: a todos, no solo a los católicos. ¡A todos! 'Padre, ¿y los ateos?'. A ellos también. ¡A todos! ¡Y esta sangre nos hace hijos de Dios de primera clase! ¡Hemos sido creados hijos a imagen de Dios y la sangre de Cristo nos ha redimido a todos! Y todos tenemos el deber de hacer el bien. Y este mandamiento de hacer el bien todos, pienso que es un buen camino para la paz. Si nosotros, cada uno por su parte, hace el bien a los demás, nos encontraremos allá, haciendo el bien; y lo hacemos poco a poco, lentamente, realizamos aquella cultura del encuentro: la que tanto necesitamos. Encontrarse haciendo el bien. 'Pero yo no creo, padre, ¡yo soy un ateo!'. Pero haz el bien: nos encontramos allá"…


Roma, 22 de mayo de 2013 (Zenit.org) Redacción | 1489 hitos


"Hacer el bien" es un principio que une a toda la humanidad, más allá de la diversidad de ideologías y religiones, y crea aquella cultura del encuentro que es el fundamento de la paz. Así se expresó hoy el papa en la misa de esta mañana en la Casa Santa Marta.

En la misa --transmitida por Radio Vaticano--, concelebró el cardenal Béchara Boutros Raï, patriarca de Antioquía de los Maronitas y asistieron algunos empleados de la Gobernación del Vaticano. 

El evangelio de este miércoles nos habla de los discípulos de Jesús que impiden a una persona externa de su grupo a hacer el bien. "Se quejan" --dijo el papa en la homilía--, porque dicen: "Si no es uno de nosotros, no puede hacer el bien. Si no es de nuestro partido, no puede hacer el bien". Y Jesús les corrige: "No se lo impidan –dice, dejen que haga el bien"."Los discípulos –explicó Francisco, eran un poco intolerantes", cerrados en la idea de ser dueños de la verdad, en la creencia de que "todos aquellos que no tienen la verdad, no pueden hacer el bien". Y "esto estaba mal", por lo que Jesús "amplía el horizonte".

"El origen de esta oportunidad para hacer el bien que todos tenemos" –añadió, está "en la creación".

"El Señor nos ha creado a su imagen y semejanza, y somos imagen del Señor, y Él hace el bien y todos tenemos en el corazón este mandamiento: hacer el bien y no hacer el mal. Todos. 'Pero, padre, ¡este no es católico! ¡No puede hacer el bien!'. Sí, puede. Debe hacerlo. No puede: ¡debe! Porque tiene este mandamiento en              su interior. 'Pero, padre, este no es cristiano, ¡no puede hacerlo!'. Sí, puede. Debe hacerlo. En cambio, esta cerrazón de no pensar que se puede hacer el bien desde fuera, todos, es un muro que nos conduce a la guerra y también a lo que algunos han pensado en la historia: matar en nombre de Dios. Nosotros podemos matar en nombre de Dios. Y eso, sencillamente, es una blasfemia. Decir que se puede matar en nombre de Dios, es una blasfemia".

"En cambio, el Señor --prosiguió el papa--, nos ha creado a su imagen y semejanza y nos dio este mandamiento en el corazón: hacer el bien y no hacer el mal".

"El Señor a todos, a todos nos ha redimido con la sangre de Cristo: a todos, no solo a los católicos. ¡A todos! 'Padre, ¿y los ateos?'. A ellos también. ¡A todos! ¡Y esta sangre nos hace hijos de Dios de primera clase! ¡Hemos sido creados hijos a imagen de Dios y la sangre de Cristo nos ha redimido a todos! Y todos tenemos el deber de hacer el bien. Y este mandamiento de hacer el bien todos, pienso que es un buen camino para la paz. Si nosotros, cada uno por su parte, hace el bien a los demás, nos encontraremos allá, haciendo el bien; y lo hacemos poco a poco, lentamente, realizamos aquella cultura del encuentro: la que tanto necesitamos. Encontrarse haciendo el bien. 'Pero yo no creo, padre, ¡yo soy un ateo!'. Pero haz el bien: nos encontramos allá".

"Hacer el bien" --dijo el papa--, no es una cuestión de fe, "es un deber, es una tarjeta de identidad que el Padre nos ha dado a todos, porque nos hizo a su imagen y semejanza. Y él hace el bien, siempre".

Concluyó así el papa Francisco: "Hoy es santa Rita, patrona de las cosas imposibles, aunque esto parece imposible: pidámosle esta gracia, esta gracia de que todos, todos, todas las personas hagan el bien, y que nos encontremos en esta obra, que es una obra de la creación, que se asemeja a la creación del Padre. Una empresa familiar, porque todos somos hijos de Dios: ¡todos, todo el mundo! ¡Y Dios nos ama a todos! Que santa Rita nos conceda esta gracia, que parece casi imposible".

Traducido del italiano por José Antonio Varela V. 

http://www.zenit.org/es/articles/el-senor-ha-redimido-a-todos-con-su-sangre


lunes, 27 de mayo de 2013

"Pasemos al Siguiente nivel"










"Pasemos al Siguiente nivel"

Cada día me levanto y leo la palabra que el Señor tiene guardada para mí.
Me encuentro con caricias que indescriptiblemente van enamorándome cada día, me encuentro también con palabras fuertes que me estremecen e interpelan. El día de hoy, encontré una que me ha sacudido el alma: ...."vende lo que tienes y sígueme"
No es que sea rica ni tenga muchos bienes, no me mal interpreten...sino que hoy  me pide el Maestro que siga adelante, que "pase al próximo nivel"...ya lo demás lo he hecho, sí, pero El quiere más de mi y de ti.

"Vende lo que tienes y sígueme"

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?" Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre." Él replicó: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño." Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dales el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, luego sígueme." A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!" Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: "Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios." Ellos se espantaron y comentaban: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?" Jesús se les quedó mirando y les dijo: "Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo."  Marcos 10,17-27

El pasaje que nos propone hoy la liturgia, centra su atención en la conversión, la cual no es algo que sucede en un momento, sino más bien un proceso que se inicia en un momento y se prolonga durante toda la vida. Este proceso se le llama en griego: METANOIA, que significa: CAMBIAR DE RUMBO. 

A veces estamos cómodos en nuestra zona de "confort". Me refiero a que una vez que formamos hábitos, se nos hace mas fácil hacer las cosas. Por ejemplo, formaste el habito de cepillarte los dientes por la mañana  y lo haces cada día, mecánicamente sin pensar. Así mismo son las cosas de Dios, lees tus lecturas cada día, a la hora que ya tienes planificada, haces tus oraciones y todo esto está bien; pero resulta, que hoy Jesus quiere más. No nos podemos conformar con las cosas que hacemos cada día, no se trata de eso. Podemos estudiar mucho, podemos dedicar mucho tiempo a las cosas piadosas, podemos estar constantemente metidos en un obrar mecánico sin que el amor de Dios penetre en nuestro corazón y si esto pasa, seremos como rocas, que aun estando dentro del agua, por dentro no se mojan.

Hoy Cristo quiere más.

Me pide que le entregue mi corazón, mi obrar, mi sentir y mi voluntad.

Porqué de repente me confieso y hay faltas recurrentes?, porqué esa progresión a veces no se da tan fácilmente?, ...simplemente es falta de docilidad ante el Santo Espíritu que nos transforma. Ahora, tampoco es para que nos andemos abrumando por cada cosa porque falta seria también pensar que somos perfectos, pero que esa no sea excusa tampoco; siempre que nos colocamos en las manos amorosas del Padre y nos dejamos guiar por su providencia avanzamos en nuestro proceso de conversión, pero para esto, también debemos conocernos interiormente y pedir la luz y ayuda de una dirección espiritual porque no podemos ser como los animalitos del campo que andan por allí, sin brújula y van a parar quien sabe dónde. Nosotros tenemos una meta, indicada por Cristo: "Sed santos como mi Padre y Yo somos santos", hacia allí debemos estar enfocados; con solo quererlo, el Padre celestial nos ayudara con las gracias que necesitemos, que son muchas, para poder ir creciendo como hijos suyos que somos.

Debemos aspirar, tal como nos indica San Pablo a los carismas mayores: la fe, la esperanza y la caridad; y de estos tres, al mayor de todos: La caridad.

Santa Teresa de Jesús decía que "si aspiramos a ser como águilas a lo mejor llegamos a palomas, pero si aspiramos a ser palomas nos quedaremos como gallinas del corral" y es cierto.

No puedo yo hoy decir a Jesús  "es que ya yo cumplo con todos los mandamientos"....oye, no se trata de eso, se trata de amar como Jesús amo. 

Ser discípulo de Cristo no es simplemente cumplir con unos ritos, cumplir con los preceptos, eso lo puede hacer cualquiera, en cualquier religión. Desde el principio de los tiempos el hombre ha entregado sacrificios o ha cumplido con diferentes cosas para agradar a los 'dioses".  Antes podían ser Zeus, Apolo, Afrodita, hoy estamos hablando de muchos otros, que podemos en el lugar que corresponde a Dios y son muchísimos: dinero, belleza, poder, ira, venganza, soberbia, falta de caridad, chismes, falta de paciencia, idolatría personal, pereza en las cosas de Dios, nuestra comodidad....ponle el nombre que quieras.

Pidamos la gracia hoy a Jesús y busquemos la intercesión de Maria para que podamos ir siempre caminando en un camino de conversión constante, que no nos acomodemos, que crezcamos cada día mas en caridad y en santidad, el día de hoy: "Pasemos al Siguiente nivel".

Una hija amada de Dios, Nathalie Romero de Grau

martes, 21 de mayo de 2013

Palabras del Beato Juan Pablo II a los Cursillistas de Cristiandad


Buscando algunas cosas sobre el Movimiento de Cursillo, encontré estas palabras que el Beato Juan Pablo II  dirigió en la 2ª ULTREYA NACIONAL ITALIA ,ROMA, 20.04.1985, y se las comparto con alegría y dentro del marco de Pentecostés, como renovación de nuestro llamado en el mundo:

SER FERMENTO DE CRISTO CON NUESTRA PROPIA VIDA EN DONDE ESTEMOS.
(Hoy recibimos emails y mensajes de texto, antes, eran telegramas como este que les dejo aquí)



A todos os saludo con suma cordialidad.  Dedico una palabra especial al señor Cardenal Eduardo Pironio, y os animo en vuestro empeño de ir siempre "más adelante" – Ultreya -, cual verdaderos servidores del Evangelio, hacia el hombre, hacia todo hombre.
Mi aprecio a vuestro Movimiento procede, ante todo, de saber que, con su pedagogía peculiar, acerca a Dios, fomentando en sus miembros, individual y comunitariamente, una relación firme y concreta con Cristo Señor y un "primer anuncio", que permite comenzar una experiencia de vida cristiana madura.
En segundo lugar, de la constatación de vuestro propósito de vivir el Bautismo auténtica y constantemente, en plena unión con la Iglesia y su Magisterio, preocupándoos por ser levadura evangélica donde vivís y trabajáis.
Partiendo de aquí, mi aprecio se transforma en exhortación, a fin de que, cada vez más, seais agentes de evangelización.

Para ser evangelizadores auténticos, es preciso aprender a estar ante Dios; es necesario educar la mente y el corazón para mirar a Cristo, dirigiéndose a El con afecto, amándolo, porque sólo si conseguís que Cristo sea la meta constante de vuestra vida, podréis animar cada vez más al mundo con su Espíritu.
Evangelizar es anunciar la familiaridad que tiene Dios con el hombre en Cristo, de la cual se ha tenido experiencia: "La Vida se ha manifestado, y nosotros hemos visto y testificamos y os anunciamos la vida eterna, que estaba en el Padre y se nos manifestó" (1ªJn.1,2). Por consiguiente, evangelizar es llevar la Buena Noticia de Cristo "a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad... Pero no hay humanidad nueva si no hay en primer lugar hombres nuevos, con la novedad del Bautismo y de la vida según el Evangelio.  La finalidad de la evangelización es, por consiguiente, este cambio interior" ("Evangelii Nuntiandi", 18).

PARA SER FERMENTO EN LOS AMBIENTES

Pues vosotros, que pertenecéis a los "Cursillos de Cristiandad", debéis ser precisamente fermento en los diversos ambientes de la sociedad moderna para conseguir que el hombre de hoy se encuentre con la mirada de Cristo Salvador.  Se trata de una tarea maravillosa y formidable, un ideal grandioso que exige empeño generoso, en orden a aprovechar la posibilidad de formación espiritual que ponen a vuestra disposición los Cursillos; sólo si os preocupáis cuidadosamente de vuestra formación, seréis verdaderamente capaces de evangelizar el ambiente en que vivís con el testimonio coherente cae vida cristiana en la familia, el matrimonio, el trabajo, la escuela, según el espíritu de la “profesión de fidelidad al Papa", que habéis proclamado, y que abarca un programa serio y completo de vida cristiana.

De Colores!


INSTRUMENTOS DE SU AMOR 
 “Cristo cuenta conmigo; yo cuento con él"Esta breve expresión sintetiza bien el empeño misionero que se os confía.  Todo os llega de él; pero El os pide la disponibilidad para poder obrar eficazmente a través de vuestras personas. Sed por tanto dóciles instrumentos de su amor, intrépidos testigos y humildes servidores suyos. El “rollo", el anuncio viviente que habéis recibido, debéis seguir difundiéndolo debéis seguir difundiéndolo: vosotros mismos debéis ser el anuncio vivo del Evangelio. 

lunes, 20 de mayo de 2013

Las siete reglas de San Bernardino de Siena (santo sonriente)


SAN BERNARDINO DE SIENA:



El fraile que había enseñado: "Habla clarito para que, quien oye, vaya contento e iluminado, ¡y no confundido!".

Y nada "confundidos" quedaron, ante tu prédica, los profesores y los estudiantes de la Universidad de Siena en junio de 1427. Tú les hablaste del "modo de estudiar", propusiste "siete reglas" y concluíste: "Las cuales siete reglas si las observas y continúas, en poco tiempo te convertirás en un hombre valiente o en una mujer valiente".
  
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Primera regla, la estimación. Uno no llega a estudiar en serio, si antes no estima el estudio. No llega a hacerse una cultura, si antes no estima la cultura.

Aquel estudiante hace arco de la espalda sobre los libros. Tú escribes: ¡Bien! Así "no se te fríe el cerebro como otros jovenzuelos; que no esperan en ningún estudio, sino a ¡lustrar los bancos!". Ama los libros, estarás en contacto con los hombres grandes del pasado: "les hablarás y ellos hablarán contigo: te oirán, y tú oirás a ellos, y ¡gran placer recibirás!".

¿En qué se convierte, en cambio, el estudiante en huelga? Se transforma en un "porco in istia che pappa e bee e dorme" (puerco en el establo que come, bebe y duerme"). En "Messer Zero", que no hará nada grande ni bello en la vida.

Entendámonos: para una cultura verdadera, se deben apreciar, además de los libros, también la discusión, el trabajo en grupo, el intercambio de experiencias. Todas estas cosas nos estimulan a ser activos además de receptivos; nos ayudan a ser nosotros mismos en el aprender, en manifestar a los otros nuestro pensamiento en modo original; favorecen la atención cortés hacia el prójimo.

Pero nunca disminuya la estima hacia los grandes "maestros"; ser los confidentes de grandes ideas vale más que ser los inventores de ideas mediocres. Decía Pascal: "Aquel que se subió a los hombros de otro, verá más lejos que el otro, aún si es más pequeño que él".

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Segunda regla, la separación. Separarse, ¡al menos, un poquito! De otro modo, no se estudia en serio. Los atletas deben también abstenerse de muchas cosas. El estudiante es un poco atleta y tú, querido fray Bernardino, le has preparado toda una lista de cosas "prohibidas".
Reproduzco aquí sólo dos: malas compañías, malas lecturas. "Un libertino arriuna a todos. Una manzana podrida, junto a las buenas, todas las otras corrompe". Ojo, tú escribes, también a los libros de Ovidio y "otros libros de enamoramientos". Sin molestar a Ovidio, hoy tú hablarías explícito de libros, de publicaciones indecentes, de cine malos y droga. Intacta, en cambio, conservarías la siguiente apóstrofe: "Cuando tú, padre, tienes un hijo que estudia, en Bologna, o donde sea, y tú oyes que él está enamorado, no le mandes más dinero. Hazlo regresar, que él no aprenderá nada, sino cancioncitas y sonetos... y será luego Messer Coram-vobis".

Eficaz este último remedio, de "cortar los víveres". Pero hoy eso no funciona más: el Estado, en efecto, se sustituye, si es necesario, a los papás pagando a los universitarios el pre-salario.

Queda una esperanza: que el estudiante se aqplique por sí mismo el "remedio del acróbata".
Te es conocido: subido a una silla, el acróbata, a los campesinos que lo circundaban atónitos y con la boca abierta en día de mercado, mostraba una cajita cerrada: "Aquí adentro - decía - está el remedio eficacísimo para las patadas de mula: cuesta poco, poquísimo, comprarlo es una suerte". Y, de hecho, muchos compraban. Pero a uno de los compradores le vinieron ganas de abrir la caja: encontró nada más que dos metros de piolín fino. Levantó la voz para protestar: "¡iEs un engaño!. "¡Nada de engaño - respondió el ladrador - tú ponte distante cuanto es largo el piolín y ¡ninguna patada propinada por un mulo te podrá alcanzar!".

Es el remedio clásico y radical sugerido por vosotros los predicadores; vale para todos, vale especialmente para los estudiantes expuestos hoy a mil insidias. ¡Separación! ¡De todos los "mulos" que tiran patadas morales!

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Tercera regla, quietud. "Nuestra alma está hecha como el agua. Cuando está quieta, la mente está como un agua quieta; pero cuando se conmueve, se enturbia". Por lo tanto, se la hace descansar y aquietar, esta mente, si se quiere aprender, profundizar y retener. ¿Cómo es posible llenar la cabeza de todos los personajes de las revistas, del cine, del "video", de los deportes, tan vivaces, invadentes y, tal vez, contaminantes, y luego pretender que ella retenga, además, las nociones de los libros de escuela en comparación tan descoloridas e insignificantes?

Una zona de silencio se necesita justo alrededor de la mente de quien estudia para que se conserve tranquila y limpia. Tú, piísimo fraile, sugieres pedirla al Señor; hasta sugieres la jaculatoria adecuada: "Tranquiliza, Señor Dios, la mente". Nuestros estudiantes, en este punto, sonreirán; ¡están habituados a menudo a otras jaculatorias! Pero, en fin: un poco de silencio y una pizca de oración en medio a tanto ruido cotidiano ¡no hace daño de ningún modo!

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Cuarta regla, ordenación, o sea, orden, equilibrio, justo medio, sea en las cosas del cuerpo que en las del espíritu. ¿Comer? Sí, escribes tú, pero "no demasiado ni poco. Todos los extremos son viciosos; la vía del medio, óptima. No se pueden llevar dos pesos: El estudio y el comer poco; el comer demasiado y el estudio: que uno te hará perder vitalidad y el otro te engordará el cerebro". ¿Dormir? También pero "no demasiado ni poco... más útil es levantarse a tiempo... con la mente sobria".

Además el espíritu tiene necesidad de orden y tú continúas: "¡No mandes el carro delante de los bueyes... aprende más bien menos ciencia y sábela bien, que bastante y mal!". Salvator Rosa está de acuerdo contigo cuando escribe: Se infarinato se’, vatti a far friggere (Si empanado estás, ve a hacerte freír). El mal aprendizaje, la simple empanadura, la superficialidad, la imprecisión no son cosas serias. Tú aconsejas también tener simpatías personales entre los varios autores o las materias varias: "Haz estima en ti más de un Doctor que de otro, de un libro que de otro... Pero no desprecies ninguno".

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Quinta regla, continuación, o sea, perseverancia. La mosca se posa apenas sobre la flor y pasa, voluble y agitada, a otra flor; el abejorro se detiene un poco más, pero le urge hacer ruido; la abeja, en cambio, silenciosa y trabajadora, se detiene, chupa a fondo el néctar, lo lleva a casa y nos da la miel dulcísima. Así escribía San Francisco de Sales y me parece que tú estás de acuerdo de lleno: nada de estudiantes-mosca, nada de estudiantes-abejorro, te gusta la voluntad tenaz y realizadora y tienes razón que vender.

En la escuela y en la vida, no basta desear, es necesario querer. No basta comenzar a querer, sino se necesita continuar queriendo. Y no basta, ni siquiera, continuar, sino que es necesario saber recomenzar a querer desde el principio todas las veces que nos hemos parado o por desgano o por falta de éxitos o por caídas. La mala suerte de un joven estudiante, más que la escasa memoria, es una voluntad de estopa. La suerte, más que el fuerte ingenio, es una voluntad robusta y tenaz. ¡Pero esta se templa solamente al sol de la gracia de Dios, se calienta al fuego de las grandes ideas y de los grandes ejemplos!

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Sexta regla, discreción. Quiere decir: hacer el paso según la pierna; no agarrarse una tortícolis a fuerza de apuntar a metas demasiado altas; no meter la mano a demasiadas cosas juntas; no pretender los resultados de la noche a la mañana.

Séptima regla, dilectación, o sea, tomar gusto. No se puede estudiar mucho tiempo, si no se toma un poco de gusto al estudio. Y el gusto no viene de golpe, sino luego. En los primeros tiempos hay siempre algún obstáculo: la ociosidad a superar, ocupaciones placenteras que nos atraen más, la materia difícil. El gusto viene más tarde, casi premio por el esfuerzo hecho.
Tú escribes: "Sin haber ido a París a estudiar, aprende del animal que tiene las uñas hendidas (o sea, el buey), que primero come y ensaca, y luego ruguma, poco a poco". Ruguma significa rumia, pero para ti, querido y sabio santo, quiere decir algo más, o sea: el buey va gustándose el heno lento lento, cuando es gustoso y gozable, y hasta el fondo. Y así debería suceder con los libros de estudio, alimento de nuestras mentes.

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¡Querido San Bernardino! Gracias por tan hermoso legado.

jueves, 16 de mayo de 2013

María, madre mía: conocerte mas quiero cada día.



María, madre mía: conocerte mas quiero cada día.


Hace semanas he pedido a Jesus una Gracia: conocer más a su Madre.

El fin de semana pasado, José, mi esposo y  mi amiga Maria Isabel, asistimos a un taller que la "providencia" me tenía preparado: un taller de Mariología.
Qué gran regalo del cielo. Cuan hermoso es Cristo que delicadamente nos da cuanto pedimos si conviene  para el bien de nuestra alma.
Resulta que hace años estoy metida en la meditación de los Santos, en el misterio de la santidad que no es más que el misterio del amor, porque el don de la santidad solamente viene a través del don de la caridad y luego con este vienen todos los demás dones.

Pues, asistí a este curso cual esponja, pedí la ayuda del Santo Espíritu de Dios en cada momento y ha sido tanto lo que aprendí...lo que entendí...lo que comprendí del plan de Dios en mi vida, que no puedo hacer otra cosa que agradecer tanta bondad.
"El que quiera ser santo, escuché, TIENE que empezar por conocer la vida de Maria, quien después de Jesus, es la  primera santa"...esas palabras me llegaron al corazón cual si un rayo entrara en un cuarto oscuro.
-"Tanto tiempo buscando Señora" y sabes que te amo desde chiquita, pero eres tan humilde y sencilla, que no llamas la atención. Simplemente actúas, simplemente haces y nos encaminas a Jesus.
Mi familia y yo estamos muy agradecidos de tu amor Madrecita, muy agradecidos; aunque a veces no te lo decimos tanto como deberíamos.
Tu papel en nuestras vidas ha sido vital. Fuiste tú la que dijiste a tu hijo (como lo hiciste en Canaán): "Se les está acabando el vino"....y luego Jesus hizo y hace cada día.                                                                          A nosotros nos dices...hagan lo que El les diga.
Paso los días perdida entre doctores, santos, beatos, encíclicas, enfermos, liturgia, estudios...y tu Madre, siempre allí, sin decir mucho, sin hacer ruido pero intercediendo por mí.
Admirada de tu belleza estoy, admirada de tu entrega, admirada de tu amor hacia mi familia, hacia los hombres, admirada Madre de tu amor a mi esposo, a mis hijas.
Este Pentecostés, quiero como los apóstoles, estar a tu lado cuando llegue y me renueve el Espíritu de Verdad. Te amo, Mamá!
Es mas fácil todo contigo. Si caigo y no me atrevo ir a Jesus, acudo a ti...y luego tu me llevas a El de nuevo.
Oh Madre querida, piadosa y dulce, bendita seas mil veces en los cielos y en la tierra. Bendito tu si, bendito tu vientre, benditas tus manos que cargaron a Jesus, que le vistieron, que le criaron.

Muchísimos Santos tienen un gran amor por ti, oro con San Bernardo esta oración:

"Si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella, invoca a María.
Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María.
Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios.
Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial".

Ora pro nobis deum, santa Madre de Dios.

Una hija muy amada de Dios,
Nathalie Romero de Grau


El Don del Santo Temor de Dios...EY!, que no se trata de tener miedo a Dios, sino miedo de perder a Dios

EL DON DE TEMOR DE DIOS

 “El amor nos hará apresurar los pasos, y el temor nos hará ir mirando adónde ponemos los pies para no caer” (Santa Teresa de Jesus)
El santo temor de Dios nos conducirá con suavidad a una prudente desconfianza de nosotros mismos, a huir con rapidez de las ocasiones de pecado; y nos inclinará a una mayor delicadeza con Dios y con todo lo que a Él se refiere. Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude mediante este don a reconocer sinceramente nuestras faltas y a dolernos verdaderamente de ellas.

EL DON DE TEMOR DE DIOS
— El temor servil y el santo temor de Dios. Consecuencias de este don en el alma.
— El santo temor de Dios y el empeño por rechazar todo pecado.
— Relaciones de este don con las virtudes de la humildad y de la templanza. Delicadeza de alma y sentido del pecado.
I. Dice Santa Teresa que ante tantas tentaciones y pruebas que hemos de padecer, el Señor nos otorga dos remedios: “amor y temor”. “El amor nos hará apresurar los pasos, y el temor nos hará ir mirando adónde ponemos los pies para no caer”1.
Pero no todo temor es bueno. Existe el temor mundano2, propio de quienes temen sobre todo el mal físico o las desventajas sociales que pueden afectarles en esta vida. Huyen de las incomodidades de aquí abajo, mostrándose dispuestos a abandonar a Cristo y a su Iglesia en cuanto prevén que la fidelidad a la vida cristiana puede causarles alguna contrariedad. De ese temor se originan los “respetos humanos”, y es fuente de incontables capitulaciones y el origen de la misma infidelidad.
Es muy diferente el llamado temor servil, que aparta del pecado por miedo a las penas del infierno o por cualquier otro motivo interesado de orden sobrenatural. Es un temor bueno, pues para muchos que están alejados de Dios puede ser el primer paso hacia su conversión y el comienzo del amor3. No debe ser este el motivo principal del cristiano, pero en muchos casos será una gran defensa contra la tentación y los atractivos con que se reviste el mal.
El que teme no es perfecto en la caridad4 –nos dejó escrito el Apóstol San Juan–, porque el cristiano verdadero se mueve por amor y está hecho para amar. El santo temor de Dios, don del Espíritu Santo, es el que reposó, con los demás dones, en el Alma santísima de Cristo, el que llenó también a la Santísima Virgen; el que tuvieron las almas santas, el que permanece para siempre en el Cielo y lleva a los bienaventurados, junto a los ángeles, a dar una alabanza continua a la Santísima Trinidad. Santo Tomás enseña que este don es consecuencia del don de sabiduría y como su manifestación externa5.
Este temor filial, propio de hijos que se sienten amparados por su Padre, a quien no desean ofender, tiene dos efectos principales. El más importante, puesto que es el único que se dio en Cristo y en la Santísima Virgen, es un respeto inmenso por la majestad de Dios, un hondo sentido de lo sagrado y una complacencia sin límites en su bondad de Padre. En virtud de este don las almas santas han reconocido su nada delante de Dios. También nosotros podemos repetir con frecuencia, reconociendo nuestra nulidad, y quizá a modo de jaculatoria, aquello que con tanta frecuencia repetía San Josemaría Escrivá: no valgo nada, no tengo nada, no puedo nada, no sé nada, no soy nada, ¡nada!6, a la vez que reconocía la grandeza inconmensurable de sentirse y de ser hijo de Dios.
Durante la vida terrena, se da otro efecto de este don: un gran horror al pecado y, si se tiene la desgracia de cometerlo, una vivísima contrición. Con la luz de la fe, esclarecida por los resplandores de los demás dones, el alma comprende algo de la trascendencia de Dios, de la distancia infinita y del abismo que abre el pecado entre el hombre y Dios.
El don de temor nos ilumina para entender que “en la raíz de los males morales que dividen y desgarran la sociedad está el pecado”7. Y el don de temor nos lleva a aborrecer también el pecado venial deliberado, a reaccionar con energía contra los primeros síntomas de la tibieza, la dejadez o el aburguesamiento. En determinadas ocasiones de nuestra vida quizá nos veamos necesitados de repetir con energía, como una oración urgente: “¡No quiero tibieza!: “confige timore tuo carnes meas!” —¡dame, Dios mío, un temor filial, que me haga reaccionar!”8.
II. Amor y temor. Con este bagaje hemos de hacer el camino. “Cuando el amor llega a eliminar del todo el temor, el mismo temor se transforma en amor”9. Es el temor del hijo que ama a su Padre con todo su ser y que no quiere separarse de Él por nada del mundo. Entonces, el alma comprende mejor la distancia infinita que la separa de Dios, y a la vez su condición de hijo. Nunca como hasta ese momento ha tratado a Dios con más confianza, nunca tampoco le ha tratado con más respeto y veneración. Cuando se pierde el temor santo de Dios, se diluye o se pierde el sentido del pecado y entra con facilidad la tibieza en las almas. Se pierde el sentido del poder, de la Majestad de Dios y del honor que se le debe.
Nuestro acercamiento al mundo sobrenatural no lo podemos llevar a cabo intentando inútilmente eliminar la trascendencia de Dios, sino a través de esa divinización que produce la gracia en nosotros, mediante la humildad y el amor, que se expresa en la lucha por desterrar todo pecado de nuestra vida.
“El primer requisito para desterrar ese mal (...), es procurar conducirse con la disposición clara, habitual y actual, de aversión al pecado. Reciamente, con sinceridad, hemos de sentir –en el corazón y en la cabeza– horror al pecado grave. Y también ha de ser nuestra actitud, hondamente arraigada, de abominar del pecado venial deliberado, de esas claudicaciones que no nos privan de la gracia divina, pero debilitan los cauces por los que nos llega”10. Muchos parecen hoy haber perdido el santo temor de Dios. Olvidan quién es Dios y quiénes somos nosotros, olvidan la Justicia divina y así se animan a seguir adelante en sus desvaríos11. La meditación del fin último, de los Novísimos, de aquella realidad que veremos dentro quizá de no mucho tiempo: el encuentro definitivo con Dios, nos dispone para que el Espíritu Santo nos conceda con más amplitud ese don que tan cerca está del amor.
III. De muchas formas nos dice el Señor que a nada debemos tener miedo, excepto al pecado, que nos quita la amistad con Dios. Ante cualquier dificultad, ante el ambiente, ante un futuro incierto... no debemos temer, debemos ser fuertes y valerosos, como corresponde a hijos de Dios. Un cristiano no puede vivir atemorizado, pero sí debe llevar en el corazón un santo temor de Dios, al que por otra parte ama con locura.
A lo largo del Evangelio, “Cristo repite varias veces: No tengáis miedo... no temáis. Y a la vez, junto a estas llamadas a la fortaleza, resuena la exhortación: Temed, temed más bien al que puede enviar el cuerpo y el alma al infierno (Mt 10, 28). Somos llamados a la fortaleza y, a la vez, al temor de Dios, y este debe ser temor de amor, temor filial. Y solamente cuando este temor penetre en nuestros corazones, podremos ser realmente fuertes con la fortaleza de los Apóstoles, de los mártires, de los confesores”12.
Entre los efectos principales que causa en el alma el temor de Dios está el desprendimiento de las cosas creadas y una actitud interior de vigilia para evitar las menores ocasiones de pecado. Deja en el alma una particular sensibilidad para detectar todo aquello que puede contristar al Espíritu Santo13.
El don de temor se halla en la raíz de la humildad, en cuanto da al alma la conciencia de su fragilidad y la necesidad de tener la voluntad en fiel y amorosa sumisión a la infinita Majestad de Dios, situándonos siempre en nuestro lugar, sin querer ocupar el lugar de Dios, sin recibir honores que son para la gloria de Dios. Una de las manifestaciones de la soberbia es el desconocimiento del temor de Dios.
Junto a la humildad, tiene el don de temor de Dios una singular afinidad con la virtud de la templanza, que lleva a usar con moderación de las cosas humanas subordinándolas al fin sobrenatural. La raíz más frecuente del pecado se encuentra precisamente en la búsqueda desordenada de los placeres sensibles o de las cosas materiales, y ahí actúa este don, purificando el corazón y conservándolo entero para Dios.
El don de temor es por excelencia el de la lucha contra el pecado. Todos los demás dones le ayudan en esta misión particular: las luces de los dones de entendimiento y de sabiduría le descubren la grandeza de Dios y la verdadera significación del pecado; las directrices prácticas del don de consejo le mantienen en la admiración de Dios; el don de fortaleza le sostiene en una lucha sin desfallecimientos contra el mal14.
Este don, que fue infundido con los demás en el Bautismo, aumenta en la medida en que somos fieles a las gracias que nos otorga el Espíritu Santo; y de modo específico, cuando consideramos la grandeza y majestad de Dios, cuando hacemos con profundidad el examen de conciencia, descubriendo y dando la importancia que tiene a nuestras faltas y pecados. El santo temor de Dios nos llevará con facilidad a la contrición, al arrepentimiento por amor filial: “amor y temor de Dios. Son dos castillos fuertes, desde donde se da guerra al mundo y a los demonios”15.
El santo temor de Dios nos conducirá con suavidad a una prudente desconfianza de nosotros mismos, a huir con rapidez de las ocasiones de pecado; y nos inclinará a una mayor delicadeza con Dios y con todo lo que a Él se refiere. Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude mediante este don a reconocer sinceramente nuestras faltas y a dolernos verdaderamente de ellas. Que nos haga reaccionar como el salmista: ríos de lágrimas derramaron mis ojos, porque no observaron tu ley16. Pidámosle que, con delicadeza de alma, tengamos muy a flor de piel el sentido del pecado.
1 Santa Teresa, Camino de perfección, 40, 1. — 2 Cfr. M. M. Philipon, Los dones del Espíritu Santo, Palabra, Madrid 1983, p. 325. — 3 Eclo 25, 16. — 4 Jn 4, 18. — 5 Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 45, a. 1, ad 3. — 6 Citado por A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid 1933, p. 383. — 7 Juan Pablo II, Carta de presentación del “Instrumentum laboris” para el VI Sínodo de Obispos, 25-I-1983. — 8 Cfr. San Josemaría Escrivá, Camino, n. 326. — 9 San Gregorio de Nisa, Homilía 15.  10San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 243. — 11 Cfr. ídem, Camino, n. 747. — 12 Juan Pablo II, Discurso a los nuevos cardenales, 30-VI-1979. — 13 Ef 4, 30. — 14 Cfr. M. M. Philipon, o. c., p. 332. — 15 Santa Teresa, o. c., 40, 2. — 16 Sal 118, 136.

lunes, 13 de mayo de 2013

El gran desconocido: el Espíritu Santo / Segun el Papa Francisco


El gran desconocido: el Espíritu Santo

Es el Espíritu Santo el que le permite al cristiano tener "memoria" de la historia y de los dones recibidos de Dios. Sin esta gracia, se está en peligro de caer en la idolatría. Estas fueron las ideas principales de la homilía del papa Francisco en la misa celebrada hoy en la Casa Santa Marta, según informa Radio Vaticana.

La celebración contó con la participación de los empleados de la Dirección técnica, administrativa y general de Radio Vaticano y del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Migrantes, encabezada por los superiores de la Congregación, el cardenal Antonio María Vegliò, presidente; así como de monseñor Joseph Kalathiparambil y el padre Gabriel Bentoglio, secretario y subsecretario respectivamente, quienes concelebraron con el papa.
El gran desconocido
La respuesta que san Pablo recibe de un grupo de discípulos en Efeso, narrada en Hechos de los Apóstoles, es sorprendente: "Ni siquiera hemos oído decir que exista un Espíritu Santo".
El papa Francisco observa así con realismo, que la falta de conciencia que manifiestan los cristianos hace dos mil años no es solo "algo de los primeros tiempos", sino que el Espíritu Santo “es siempre como el desconocido de nuestra fe".
«Hoy en día, muchos cristianos no saben quién es el Espíritu Santo, qué es el Espíritu Santo. Y a veces se oye: "Pero yo me organizo bien con el Padre y con el Hijo, porque rezo el Padre Nuestro al Padre, estoy en comunión con el Hijo, pero con el Espíritu Santo, no sé qué hacer...". O te dicen: "El Espíritu Santo es la paloma, la que nos da siete dones”. Pero así el pobre Espíritu Santo está siempre al final y no encuentra un buen lugar en nuestra vida».
Dios de la memoria
Sin embargo, dijo el Francisco, el Espíritu Santo es un "Dios activo en nosotros", un "Dios que hace recordar" que "despierta la memoria". Jesús mismo lo explica a los apóstoles antes de Pentecostés: el Espíritu que Dios les enviará en mi nombre, asegura, "les recordará todo lo que yo les he dicho". Lo contrario para un cristiano, crearía una pendiente resbaladiza:
«Un cristiano sin memoria no es un verdadero cristiano: es un hombre o una mujer prisionera de la coyuntura, del momento; no tiene historia. La tiene, pero no sabe cómo asumir la historia. Es justamente el Espíritu que le enseña cómo asumir la historia. La memoria de la historia... Cuando en la Carta a los Hebreos, el autor dice: "Acuérdense de sus padres en la fe" –memoria; “recuerden los primeros días de su fe, cómo fueron valientes"-memoria. Memoria de nuestra vida, de nuestra historia, memoria del momento que hemos tenido el privilegio de conocer a Jesús; memoria de todo lo que Jesús nos ha dicho».
"Esa memoria que viene del corazón, es una gracia del Espíritu Santo", afirmó el papa Francisco. Y tener memoria, precisa, también significa recordar las propias miserias, que nos vuelven esclavos, y junto a ello la gracia de Dios que redime de aquellas miserias: «Y cuando llega un poco la vanidad, y uno cree que es un poco el Premio Nobel de la Santidad, también la memoria nos hace bien: 'Pero... recuerda de dónde te tomé: del último de la grey. Tu estabas detrás, en la grey'. La memoria es una gracia grande, y cuando un cristiano no tiene memoria --es difícil decir esto, pero es la verdad--, no es cristiano, es un idólatra.
Porque está frente a un Dios que no tiene un camino, no sabe hacer camino, y nuestro Dios camina con nosotros, se mezcla con nosotros, camina con nosotros. Nos salva. Hace historia con nosotros. Memoria del todo, y la vida se vuelve más fructífera, con esta gracia de la memoria».
El santo padre concluyó con una invitación a los cristianos a pedir la gracia de la memoria, para ser personas que nunca olviden el camino cumplido, que “no olvidan las gracias de sus vidas, no se olvidan del perdón de los pecados, no olvidan que eran esclavos y que el Señor los salvó".
Traducido del italiano por José Antonio Varela V.

Nuestra Señora de Fátima (13 de mayo) / Les comparto del Padre Eduardo Sanz


 
https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=hW9bZBO-BTY


El 13 de Mayo de 1917, tres niños llamados Lucía de Jesús, Francisco y Jacinta, cuidaban un pequeño rebaño en Cova da Iría, parroquia de Fátima. A mediodía, después de haber rezado el rosario, vieron una “Señora más brillante que el sol” encima de una encina.

La Señora les dijo que es necesario rezar mucho y los invitó a volver a Cova da Iría los días 13 de los próximos 5 meses a la misma hora. Los niños así lo hicieron y en los días 13 de Junio, Julio, Septiembre y Octubre la Señora se volvió a aparecer. El 13 de agosto el alcalde no dejó a los niños acercarse al lugar, por lo que la Virgen se apareció el 19 de Agosto a unos 500 metros de allí.

En la última aparición del 13 de Octubre la Virgen les dijo que era la “Señora del Rosario” y que hicieran allí una Capilla en su honor. Las 70.000 personas presentes en el lugar observaron un gran signo: el sol giraba sobre sí mismo como si fuese una rueda de fuego, que fuera a precipitarse sobre la tierra. Muchos lo pudieron ver también en otros sitios

Francisco Marto murió en 1919, a los 10 años. Jacinta Marco murió en 1920, a los 10 años. Lucía de Jesús se hizo carmelita descalza y murió en 2005, pocos días antes de cumplir 98 años. Los tres están sepultados en la basílica de Fátima.

Para conocer mejor la historia de las apariciones y su mensaje, se puede consultar la página del santuario.

martes, 7 de mayo de 2013

La Ascensión del Señor


Un escrito de un amigo, Padre Eduardo Sanz, carmelita descalzo, quien reside en Roma y al que aprecio mucho. Les comparto:

Las fiestas pascuales se acercan a su cumplimiento. El domingo próximo, si Dios quiere, celebraremos la Ascensión del Señor y el siguiente, Pentecostés.

En el Antiguo Testamento, “ascensión”, “elevación” y “glorificación” son tres palabras sinónimas para indicar la entronización de un rey, la toma de posesión de su reino. Eso es lo que celebramos en la Ascensión de Jesús: el triunfo definitivo del Señor resucitado sobre el pecado y sobre la muerte, el cumplimiento de su misión salvadora, la manifestación de su gloria, su entronización “a la derecha del Padre”.

La “ascensión” de Jesús se comienza a realizar en el momento de su crucifixión, tal como Jesús indicó en varias ocasiones: “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre para que todo el que cree en Él tenga vida eterna” (Jn 3,14-15); “Cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,23). Por eso, al hablar de su pasión, los evangelios dicen: “Estando para cumplirse los días de su ascensión, Jesús se dirigió resueltamente a Jerusalén” (Lc 9,51).

La Pascua de Jesús es su pasión, muerte y glorificación. La “hora” de Jesús, su “elevación” para salvar a los hombres atrayéndolos hacia sí comenzó en la cruz, continuó en la resurrección y llegó a plenitud en la Ascensión y en el envío del Espíritu Santo sobre los creyentes. Estos acontecimientos son las distintas etapas de un único proceso. El que “se despojó de su rango, tomó la condición de esclavo y se abajó hasta la muerte de cruz, ha sido exaltado sobre todo” (cf. Fil 2,6ss).

 “Antes de las fiestas de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre…” (Jn 13,1). Como sabemos, la palabra Pascua significa “paso”. Cristo ha dado un único paso de la cruz a la gloria, pero nosotros necesitamos de días y de años para comprender algo de este misterio, por eso en nuestras celebraciones cada vez ponemos la mirada en un solo aspecto de este proceso.

La Ascensión de Jesús supone la apertura del cielo para los creyentes, la salvación de los que confían en Él. Por eso, en el momento de su muerte, Jesús puede prometer al buen ladrón: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23,43). Nosotros confiamos en poder estar un día con Cristo en el Paraíso. Mientras tanto, procuremos ser testigos de su resurrección en el mundo.

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P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.