En este día
he decidido hacer una declaración pública. Una declaración que planteo en medio
de uno de esos momentos en los que aparecen nuevos cambios en la vida.
Hay noticias
que "te mueven el piso", por así decirlo... una enfermedad, un
desencanto, divorcios, catástrofes naturales,
problemas económicos, crisis...la lista
es larga, ponle el nombre que más te parezca. Este, es uno de esos momentos.
Vivir de
cara al evangelio tiene sus consecuencias, palpables e inmediatas, tal como nos
dice el mismo Cristo. Y vivir cristianamente o sea, vivir el evangelio, con todas sus consecuencias: cuesta,
porque significa vivir en el amor, en la
caridad. Y no me refiero al amor de mariposas en el estómago, que no está mal,
ni al amor platónico o al "yo me
siento tan bien cuando estoy contigo"..."¡ay si!, es que tú me
haces sentir especial ...yo y yo y yo...y nos quedamos dando vueltas sobre
nosotros mismos"; no me refiero a
ese amor. Me refiero a vivir la CARIDAD , como virtud
teologal que es y dentro de ellas, la mayor, como nos explica San Pablo.
El Señor
nos expresa como el amor a Dios debe ser algo concreto, debe ser un amor que
obra , dinámico, no estático. El Apóstol
San Pablo también nos lo expresa en su primera carta a los Corintios, en todo
el Capítulo 13, maravillosamente y al mismo tiempo en forma exigente. Este
capítulo es un himno a la Caridad.
El amor que
es traducido como Caridad, tiene dos vertientes: El amor que tenemos a Dios y
el amor a nuestro prójimo.
¿Quién es nuestro prójimo?
Es aquel
que está más próximo a nosotros, nuestra familia, nuestros amigos, nuestros
vecinos, compañeros de trabajo, compañeros de estudio y en un concepto más
amplio todo ser humano.
El origen
del amor es Dios mismo y este amor está fundamentado en su palabra, en el
mensaje de salvación que nos anunció
nuestro Señor Jesucristo. Uno de los fundamentos de esta palabra son los diez
mandamientos, la ley Divina dada para el hombre; los cuales nos señalan del 1ero al 3ero
el amor a Dios y del 4to al 10mo el amor a nuestro prójimo.
Es muy fácil
perder de vista al prójimo en nuestras decisiones y San Juan nos lo indica
claramente:
" Si
alguno dice: Amo a Dios, pero aborrece a su hermano, miente. Pues el que no ama
a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve" (1 Jn
4,20)
Nos pasamos
la vida haciendo, buscando, meditando, estudiando..."¡oh, Señor, somos tan
"Martas" a veces!"...y me acuerdo de Santa Teresa "María y
Marta han de andar siempre juntas".
Es verdad, totalmente verdad, no hay una sin la otra. No puede haber
real unión con El Padre, El Hijo o El Espíritu Santo sin oración y tampoco puede haber ninguna acción
si no viene inspirada por esta común-unión.
Pero más
que nada, buscar la voluntad del Padre en nuestras vidas y buscar los carismas
mayores no es fácil. Cuesta, pero cuesta precisamente porque es lo mejor para
nuestra alma.
Ya nos lo
dice San Pablo en esa hermosa carta de amor, a la que tantas veces tengo que
referirme: "Si hablando lenguas de hombres y de ángeles, no tengo
caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe Y si teniendo el don de
profecía, y conociendo los misterios todos, y toda la ciencia, y tanta fe que
trasladase los montes, no tengo caridad, no soy nada." (1Co 13,1 )
Hoy digo:
" YO CREO EN DIOS" y quiero decirlo con toda la convicción del mundo,
quiero decirlo con propiedad, con el conocimiento que implica, pero sobre todo
con caridad, sabiendo que nada soy y que todo me ha sido dado por Él.
Hoy digo: "Yo
creo en Dios", pero no en el Dios de cuando tenía algunos años, sino en un
Dios que ha ido enseñándome su plan a lo largo de mi vida y al que confío
plenamente mis cosas.
Hoy digo: "Yo
creo en Dios", pero no solo en el que comprendo y me da todo lo que
quiero, sino también en el Padre Omnipotente que todo lo puede y sabe, y quiere lo
mejor para mi, aunque muchas veces yo no comprenda.
Hoy digo: "Yo
creo en Dios", no solo como el Padre al que le presento mis problemas y le
pido veinte cosas, sino como criatura que soy y que simplemente se deja amar. Entendiendo que así como amo a mis hijas, Él, que es Padre de amor, me ama a
mi.
Hoy digo: "Yo
creo en Dios", porque he visto su
bondad tantas veces. He recibido su misericordia tanto tiempo. He presenciado su providencia durante toda mi vida. He sido testigo
de tantas maravillas que la verdad...no tengo otra opción.
Este día
oro a Dios para que me permita conocer algo del don de la caridad. Para Él, que
es amor, no hay nada imposible. Sé que para eso
me entregó los mejores maestros: mi madre María y mi amado Jesús.
Creo en ti, Padre amado que estás en todo y en todos. Ayúdame a mantener siempre viva mi fe, resplandeciente mi esperanza, pero más que nada, Papacito mío, ayúdame a mantener una ardiente caridad.
Nathalie Romero de Grau
Una
hija muy amada de Dios,
en el corazón
de Jesús.
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