lunes, 3 de febrero de 2014

"El bien es difusivo de sí”

Santo Tomás en la “Suma teológica” cuando se pregunta el por qué de la Encarnación, los motivos de conveniencia que la razón humana puede descubrir, dice: “el bien es difusivo de sí”, o sea, todo el que tiene un bien quiere comunicarlo a los demás. Si uno está muy contento quiere comunicar esa alegría a los demás; si uno es muy sabio y tiene algo de virtud quiere comunicar esa sabiduría a los demás; si uno conoce la verdad sobre el Evangelio quiere comunicarla. Y la comunicación más grande que se puede hacer del bien es la que hizo Dios encarnándose: se dio todo entero al hombre. 
Por eso dice Jn 3,16: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único” (P. Gustavo Lombardo IVE)

En el pasado fin de semana, en todas las lecturas del evangelio se nos plantea el "Mandato de Jesús": "Vayan y proclamen el evangelio a TODAS las gentes". Entiéndase: no solo al que me cae bien y con el que no paso trabajo. Es a todo el mundo.

Mirando a mi alrededor, a veces no comprendo porque no hay mas gente llevando la buena noticia a los demás...porque una vez reciben el llamado de Dios, se les alegra el corazón, se llenan de fuego y luego se dejan enfriar...¿Porqué, me he preguntado tantas veces en mi interior, no hay mas obreros trabajando en esta hermosa viña del Señor?. 

Y a esto tengo varias respuestas. Primero y lamentablemente, por egoísmo. Simplemente por eso, es como en la película "El Señor de los Anillos", El encontró un tesoro y en vez de compartirlo, empezó a decir "It's mine!" "Es Mio!!", no se lo quería dar a nadie. Eso no puede ser así... para nada!.


Otra de las razones, es que una vez nos encontramos con el maravilloso mensaje de Cristo, nuestra voluntad como que disminuye. Pensamos que no vamos a cometer errores, pensamos que vamos a ser perfectos y cuando caemos, nos vamos apartando en vez de ponerle ganas, y volver a levantarnos. Decía un santo que la santidad consiste  en "Volver a empezar cada vez". No comprendemos...eso es lo que busca el mal espíritu, desanimarnos, que sintamos que no podemos, que da lo mismo, que no vale la pena esforzarse, que no somos dignos.¡Mentira!, una gran mentira, como todas sus cosas. ¡Eres hijo, hija de Dios!, y por tanto tienes la Gracia suficiente para mantenerte, a pesar de las caídas, en el Camino de la Vida, porque Dios, en su infinita misericordia, solo tiene amor para ti. Vuelve a empezar, no te canses.

Conversando con mi esposo esta mañana, estábamos hablando de otras creencias y religiones como por ejemplo el budismo y precisamente coincidíamos en que hay muchas diferencias, pero la principal es que todo lo que hacen esas otras religiones es hacia dentro de cada ser humano, no hacia los demás. (Eso esta bien , siempre que sea para relajación o crecimiento interior, tal vez para trabajar el autoestima...pero jamás para evangelizar - porque evangelizar es llevar la buena noticia, y en estos casos cual es la buena noticia, ¿tu?) Y en definitiva, a eso es que estamos llamados: a dar a los demás lo que hemos recibido, a llevar esa hermosa noticia de la salvación, la alegría de los hijos de Dios. No a quedarnos solos con ella.
Todas esas diferentes religiones, las pocas que hay, otras son mas tendencias, estilos de pensamiento, etc. Ponen al hombre en una posición individualista. Solo su creencia esta correcta, solo su verdad, solo El puede resolver las cosas...ay, ay, ay...¡como nos limitamos! y luego nos preguntamos porqué no somos felices...


El que ama a Cristo no puede hacer otra cosa que amar al prójimo con todo su corazón, con toda su mente, con todas sus fuerzas. En cursillos decimos que el amor, la caridad...tiene que salir por los poros necesariamente, de lo contrario, revisémonos, a ver quién es que esta actuando en nosotros. En Cristo todos somos uno. Como dice San Pablo, en Él no debe haber ni pobres ni ricos, ni judíos ni gentiles, afirmación categórica inmensamente superior al "Proletarios del mundo, uníos", o al grito de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad. Nuestro grito es: Proletarios y no proletarios, hombres todos de la tierra, ingleses y alemanes, italianos, norteamericanos, judíos, japoneses, chilenos y peruanos, reconozcamos que somos uno en Cristo y que nos debemos no el odio, sino que el amor que el propio cuerpo tiene a sí mismo. (IVE)

¡Que se acaben en la familia cristiana los odios, prejuicios y luchas!, y que suceda un inmenso amor fundado en la gran virtud de la justicia: de la justicia primero, de la justicia enseguida, luego aún de la justicia, y sean superadas las asperezas del derecho por una inmensa efusión de caridad.” (S.Alberto Hurtado, Un  fuego  que enciende otros fuegos, pp. 177-178)



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